un juez con licencia

Juan Carlos Vienna fue el magistrado que llevó adelante el histórico primer juicio contra Los Monos, la mítica organización de narcomenudeo de Rosario. Desde su licencia hogareña sin fecha de caducidad, considera que la falta de reconocimiento a su labor es consecuencia de una grieta que todavía perdura. Historia de una investigación judicial que incluye enrevesadas tramas de espionaje y turbias complicidades, para condenar a la familia Cantero y a sus lugartenientes.

Abre la puerta un pariente, tal vez un amigo. El hombre me clava la mirada. Mientras me interno en un living espacioso dudo sobre lo que está pasando. Recién comprendo que es él cuando chequeo que no hay nadie más en el departamento. El juez Juan Carlos Vienna (JCV) me pregunta en dónde prefiero hacer la entrevista. —Le admito que no lo reconocí. —Es por el pelo. Antes lo tenía muy cortito para que no me jodiera con el casco de la moto.

Finalmente optamos por el balcón terraza. Todavía lucho por unir su imagen actual con las fotos que tapizaron las portadas de los diarios durante 2013, cuando inició la explosiva instrucción de la causa judicial contra los Monos, una de las organizaciones de narcomenudeo más poderosas de Rosario liderada por la familia Cantero. —Tengo licencia actualmente. En realidad, tuve una operación muy importante a corazón abierto. Un poco producto de todo el nerviosismo hizo que una válvula aórtica empezara a cerrarse con suma rapidez. Al día de hoy ya estoy totalmente recuperado pero aun gozando de la licencia por el hecho de que el poder judicial todavía no está en condiciones para que yo pueda seguir desarrollando la actividad de juez.

Desde 2011 Rosario empieza a sufrir un notorio crecimiento de los homicidios. En los siguientes años la tasa duplica, triplica e incluso cuadriplica la de otros grandes centros urbanos de la Argentina. Los asesinatos ocurren casi exclusivamente en las periferias. En poco tiempo la ciudad es considerada con superficialidad sinónimo de narcotráfico, aun cuando la violencia obedece también a otras causas.

A inicios de 2012 barras bravas ligados al narcomenudeo matan por error a tres militantes jóvenes del Frente Popular Darío Santillán. El Triple Crimen de Villa Moreno desata multitudinarias protestas para pedir justicia y denunciar los homicidios constantes de jóvenes en los barrios populares.

Un año más tarde, JCV deja atrás el anonimato cuando los Monos pierden a uno de sus líderes y empiezan una matanza arrolladora que convierte a la banda en un mito a nivel nacional. Aquel furtivo ascenso público del juez y su posterior caída en las sombras son una llave para entender las respuestas del poder político, judicial, la policía y sus servicios de inteligencia frente a una avalancha de muertos que conmovió como nunca a los rosarinos. 

-En un expediente con muchos imputados, son cuarenta defensores que ahora van a estar siempre en contra tuyo. Ante cualquier tipo de audiencia todo el sistema se tiene que poner en marcha para evitar recusaciones, excusaciones, garantizar la protección. Y no sé si el Tribunal se encuentra en condiciones. Estos dos años de licencia no fueron buenos, porque todo genera un malestar muy grande a nivel familiar, sobre todo cuando te atacan y te atacan.

Su madre, exdirectora de escuela, muere en abril de 2018. Dos meses más tarde, desde un auto balean la casa de su padre, mecánico y fabricante de ropa. La noche anterior disparan sobre la vivienda de su expareja. No hay víctimas fatales. Pero JCV presencia el derrumbe físico del padre hasta su muerte noventa días más tarde.

los QRT

El 8 de septiembre de 2012, el juez deambula entre vecinos y policías en Gálvez y Corrientes. Un BMW tiene la trompa destrozada. En su interior yace muerto Martín “Fantasma” Paz, quien lavaba dinero de Los Monos. Dos sicarios le dispararon mientras esperaba el semáforo junto a su mujer y su hijo. JCV se acerca a la hermana de la víctima que llora contenida por un morocho de pelo largo y rulos. “¿Vos quién sos?”, le pregunta. “El novio”. “¿Sabés a qué se dedicaba?”. “Ni idea”. “¿Cómo ni idea? ¡No sos el cuñado vos!”. Se aleja fastidioso. Unos oficiales lo alertan de que ese muchacho con quien hablaba es Claudio “Pájaro” Cantero, líder de los Monos. Acto seguido lo encara un hombre de pelo negro: “¿Cómo le va? ¿Me recuerda?”. Es Luis Paz, padre del joven asesinado, un oscuro manager de boxeo, a quien conoció de manera casual hace seis meses en Tribunales. 

El furtivo ascenso del juez Vienna en 2013 es la llave para entender las respuestas del poder político, judicial, la policía y los servicios frente a una avalancha de muertos en Rosario.

El expediente por el homicidio del Fantasma no tiene movimientos en los primeros meses. “No le di nada de bola. Nada”, admite JCV. A fines de 2012, sin embargo, el Procurador de la Corte provincial envía una nota a los jueces penales de Rosario para reprocharles la falta de avances en las causas por asesinato. JCV pide con fastidio los expedientes a su cargo. 

-Agarro la del Fantasma Paz y lo primero que vi fue un listado de llamadas entrantes y salientes. Me acuerdo que había una que decía… era un mensaje de texto: “Salí que te van a devolver la plata”. Era un tal Diego Cuello. A todo esto el padre ya había venido dos o tres veces a hablar conmigo. Lo mató Diego Cuello, lo mató el Pájaro Cantero, lo mató Monchi Machuca. “¿Y esos quiénes son”, pregunto. “Son los Monos, doctor”, me decía la policía. Todo el mundo sabía quiénes eran los Monos, que había droga de por medio, pero como no era terreno nuestro…

En la lista de contactos encuentra nombres jerárquicos de la policía. La conclusión provisoria es que el Fantasma era capitalista e inversor de fondos provenientes del narcomenudeo. Pero el juez no presta mayor atención a la causa. Todavía no sabe que cinco meses más tarde su vida cambiará definitivamente.

El 23 de mayo de 2013, aquel morocho de pelo largo y rulos que contenía a la hermana de Martín Paz es asesinado en la puerta del boliche Infinity Night en Villa Gobernador Gálvez, localidad vecina de Rosario. El homicidio del Pájaro es el punto de inflexión. La venganza de la familia será inmediata y atroz. El 27 de mayo un hombre se baja del auto y mata a Diego Demarre, dueño de Infinity Night. Al día siguiente, dos motos se acercan a una camioneta y asesinan a Marcelo Alomar y Nahuel César, señalados como posibles sicarios, y dejan parapléjica a su madre Norma César, quien muere cinco meses más tarde. A las 18:00 de ese mismo día Ramón “Monchi” Machuca, hijo adoptivo de los Cantero y uno de los líderes, se comunica con el policía Juan “Chavo” Maciel: —¿Qué onda, te pasaron algún nombre? —Marcelo Alomar y Norma César. —¿QRT esos? —El vago sí, la mina está en eso. QRT es un código policial para referirse a un fallecido. 

El 29 de mayo Machuca se comunica con su hermanastro Ariel “Guille” Cantero. El próximo objetivo es Luis Paz, sindicado por la familia como el ideólogo del asesinato del Pájaro Cantero en represalia por el homicidio de su hijo: —Ahí estoy arrancando para allá, mirá que llevo tres cuatro y medio (45mm) y dos nueve (9mm). —Listo, dale. Ellos ya van yendo para Santa Fe. ¿Por dónde andás? Estoy por entrar a agarrar Circunvalación. Va en un Mini Cooper, una RCZ blanca y un Vento —le responde Guille.

Machuca le pasa las armas en la ruta y su hermanastro acelera el Audi. Pero el operativo falla. Luis Paz se pierde en la noche. Mientras retorna de Santa Fe, Guille llama a Monchi para planificar el siguiente asesinato. El condenado ahora es Facundo “Macaco” Muñoz por considerarlo otro posible sicario. —El Macaco está en la casa de los abuelos —avisa Guille. Machuca manda a dos secuaces pero no lo encuentran.

Los Cantero y sus lugartenientes no saben que Virginia Ratto, una burócrata de la Agencia Federal de Inteligencia, acumula el contenido de sus conversaciones en el expediente interno de la Observación Judicial Nº 229/12 de Rosario. JCV es el juez que ordena esas intervenciones telefónicas en el marco de la resucitada causa por el homicidio del Fantasma Paz.

caranchos

Todo empieza con una interna policial. La estrategia que aliviará a un gobierno de Santa Fe aturdido por las repercusiones públicas de la saga de asesinatos tiene antes un objetivo prioritario: saciar el afán de venganza de la Brigada Operativa de la División Judiciales (BOJ) al mando de Cristian “Carancho” Romero y sus operadores de confianza en los bajos fondos Ariel Lotito y José Luis Ramonda, eyectados en 2006 de la división Inteligencia Zona Sur de Drogas Peligrosas. Una jueza federal los acusó de inconductas groseras durante sus investigaciones. Cada uno ya arrastraba denuncias por fraguar testigos en procedimientos, plantar drogas, y apremios ilegales. Romero salió con un procesamiento por enriquecimiento ilícito que logró revertir alegando que sus bienes tenían origen en la fortuna de su suegro. En 2011 se transforma en el Jefe de Informaciones de la policía de Rosario y en febrero de 2013 de la BOJ.

Ya en el cargo un funcionario nacional facilita la presentación del Carancho en la Procuraduría de Narcocriminalidad. En la reunión presenta una serie de datos que, según afirma, terminarán con la familia Cantero. Lo derivan a las fiscalías federales en Rosario. Allí comparte datos y propone estrategias. Pero sus interlocutores le reprochan la utilización de métodos ilegales de inteligencia y lo despiden. Se presenta poco después ante un juez penal provincial y ofrece lo mismo. Tampoco tiene suerte.

Su camino se allanará luego del asesinato del Pájaro Cantero. El gobierno de Antonio Bonfatti está contra las cuerdas y necesita mostrar decisión y resultados frente a una ciudadanía espantada. El Carancho oferta su plan y consigue el rápido apoyo de las máximas autoridades políticas y judiciales de Santa Fe. “Mire, doctor, la única causa contra los Monos es la suya. Se están matando y mañana van a matar a diez más, tenemos que hacer algo”, se sincera Raúl Lamberto, Ministro de Seguridad, en el despacho de JCV. Para la BOJ el Fantasma Paz fue ejecutado por sicarios de los Cantero después de que recibiera diez millones de pesos para invertir en vehículos y concesionarias de autos pero no cumpliera lo acordado.

—A los Monos no lo elegimos nosotros ni lo eligió el gobierno, en el fondo fueron elegidos por la policía, por Cristian Romero que le estaba pasando la factura a la gente de Drogas Peligrosas porque lo habían querido matar y reventar y hasta le iniciaron una causa que zafó de pedo. Y la prueba está en que él apuntó todos los cañones y cayeron como escupida de músico los de Drogas Peligrosas. Es la venganza interna —afirma un alto funcionario judicial.

El gobierno de Antonio Bonfatti está contra las cuerdas y necesita mostrar decisión y resultados frente a una ciudadanía espantada. El Carancho Romero oferta su plan y consigue el rápido apoyo de las máximas autoridades de Santa Fe.

En una de las escuchas telefónicas se menciona a Cristian Floiger, reciente Jefe de Inteligencia Zona Sur de Drogas Peligrosas, división que supo ocupar el Carancho y su tropa hasta 2006. Mariano Ruiz, otro agente financiero de la organización, le advierte a Monchi Machuca: “Te está limpiando pero por otro lado te está ensuciando”. La desgrabación convence a JCV de imputarlo y lo detiene.

—He sido objeto de una interna policial, donde las personas encargadas de investigar a esta banda habían formado parte años atrás de la ex Drogas Peligrosas, de la cual yo era jefe del área de inteligencia y lo que ellos pretendían era desplazarme, ensuciarme, para poder ocupar mi lugar —declara Floiger.

JCV trabaja codo a codo con la BOJ y más adelante también con las Tropas de Operaciones Especiales. Los primeros operativos se concretan a finales de mayo. Una jauría de policías desembarca en el extremo sur de Rosario para allanar las viviendas de la familia. Ninguno de los líderes se encuentra presente. Fueron advertidos a tiempo. Al día siguiente, JCV muestra en cámara los bienes decomisados junto al gobernador Bonfatti y otras autoridades: dinero en efectivo, armas, algo de droga, televisores, computadoras, motos y autos.

Los allanamientos se reiteran. Pero el verdadero dispositivo que sellará el destino de los Cantero son las escuchas telefónicas. Las primeras las solicita a finales de abril pero las multiplica a pedido del Carancho después de la saga de venganzas impulsada por los Cantero. Esa parva de horas desgrabadas será la prueba excluyente.

ganar la lotería

Las fiscalías federales ponen el grito en el cielo. Denuncian una intromisión de la justicia local en sus investigaciones. JCV los desoye y se aferra a la causa. Los federales critican también la política de demolición de búnkeres que califican como una “guerrita contra las drogas” destinada a apaciguar las críticas públicas hacia el socialismo. Pero la embestida provincial contra los Cantero los deja en falta. La familia goza de una impunidad inaceptable. Las fiscalías federales cuentan con incipientes causas que involucran a los Monos pero nadie las conecta entre sí. Ni siquiera saben que existen y nunca avanzan. El gobierno de Santa Fe responde que por fin hay decisión política para terminar con los Cantero y adjudica los ataques recibidos a mezquinos intereses políticos del kirchnerismo y Justicia Legítima, su brazo judicial.

Los federales replican con la ineficacia de los procedimientos, la falta de competencia de Vienna para incautar drogas y el doble discurso de un gobierno que destina magros recursos presupuestarios a las diversas Brigadas Operativas de Drogas de la policía.

El punto máximo de tensión ocurre cuando el fiscal Juan Murray solicita la nulidad de dos operativos. En uno de ellos JCV autoriza al Carancho Romero a allanar una vivienda para el “secuestro de armas de fuego, municiones, chalecos antibalas, automóviles, ciclomotores, teléfonos celulares, agendas, chips, electrodomésticos de gran valor, estupefacientes, elementos para fraccionar, balanzas y todo elemento incriminante”. El fiscal federal denuncia que el juez debió declararse incompetente puesto que sabía o presuponía la presencia de drogas.

JCV se exalta rápido y carajea de entrada: —¡Ellos impugnaron la competencia en varias oportunidades y terminó en Casación Nacional donde la misma gente de Justicia Legítima tuvo que salir a decir que Vienna tenía razón! Si vos leés la resolución mía verás que jamás me referí al tema de drogas. Es más, siempre se dispuso que cada elemento que tenía que ver con drogas fuera al federal automáticamente. Y todos los fundamentos de mis intervenciones telefónicas no tienen nada que ver con las drogas.

Efectivamente, un año más tarde la Cámara Nacional de Casación rechaza el pedido de nulidad argumentando que el juez presumía la presencia de estupefacientes pero no dudó en remitir las actas de registro a la justicia federal. 

Todo empieza con una interna policial: el afán de venganza de la Brigada Operativa de la División Judiciales contra sus ex compañeros de Inteligencia Zona Sur de Drogas Peligrosas.

Con el correr de 2013 caen familiares, lugartenientes y policías. Pero todavía faltan los líderes. A finales de junio un joven macizo de rulitos con cara de nerd ingresa en la Jefatura de Policía y se presenta como Diego Oviedo. Apenas lo reconocen, los agentes se quedan boquiabiertos: “Vos no sos Oviedo, sos Guille Cantero”. “Bien, te ganaste la lotería”, les responde y se entrega uno de los líderes de Los Monos.

El año se cierra con un expediente rebosante de detenidos y pruebas. Pero la tasa de homicidios anual trepa a veintidós asesinatos cada cien mil habitantes, la más alta de la historia de Rosario, un 42% más que en 2012. La cifra casi triplica la de Córdoba y cuadriplica la de Capital Federal.

gobierno de facto

El 19 de febrero de 2014, JCV da un paso decisivo en su carrera judicial. Presenta la resolución en la que dicta el procesamiento de treinta y seis personas por considerarlas partícipes de una asociación ilícita “destinada a la comisión de delitos indeterminados de tenencia y portación de armas de fuego (…), homicidios, homicidios calificados, lesiones, extorsiones, amenazas, amenazas coactivas, daños, cohechos y encubrimientos, así como tráfico de estupefacientes, contando dicha asociación con una organización interna estable con funciones definidas”. Son veintitrés civiles y doce policías. Hay dos ausencias estelares: los prófugos Monchi Machuca y el Ariel “Viejo” Cantero, padre de los hermanos y primer líder de la banda. Después de introducir una serie de testimonios, el juez escribe su principal hipótesis: “la asociación ilícita no existe para cometer tal o cual figura delictiva individual, sino a los fines de asegurar el control de ciertas zonas geográficas de la ciudad de Rosario y de ciertas personas y autoridades y el usufructo de dicho control, el ejercicio de cierto gobierno de facto por sobre toda otra autoridad. (…) Ese objeto fundacional, prioritario y aglutinante de la banda investigada es lo que podría denominarse como el negocio de la violencia”.

Su investigación está concluida, pero tiene consecuencias. En marzo, el recluso Aaron “Ojudo” Treves se comunica con Germán Almirón, un exsubalterno del Caracho Romero acusado de facilitar la fuga de un sicario de los Cantero. Treves es un cocinero de cocaína detenido por asesinato. A cambio de su declaración, JCV se había comprometido en intermediar para obtener una rebaja en la condena. La falta de novedades enfurece al Ojudo.

—Él me faltó la palabra a mí, entonces ya fue. Lo único que te pido, conseguime dónde vive, nada más, y el auto que tiene. Después me encargo yo. —¿Salchicha? —Sí. Treves no quiere dilaciones: —Yo quiero hacer uno sí o sí. Tanto sea Salchicha o comerme un traidor. Ese Judas hijo de puta, averiguame todo lo de Judas que yo les mando a los pibes —le dice Treves en referencia a Vienna y a Luis Quevertoque, uno de los jefes de la BOJ. —Te doy la dire exacta, el artefacto en el que se está moviendo, el color y todo, los horarios de oficina —promete Almirón.

Las escuchas surgen en una investigación impulsada por el fiscal federal Juan Murray. Un mes más tarde, Monchi Machuca revela en una entrevista televisiva una planilla de migraciones en la que figura que JCV y Luis Paz, el padre del Fantasma, traspusieron en simultáneo la frontera para embarcarse en un vuelo con destino a una pelea de box en Las Vegas. El revuelo es infernal.

—¡Luis Paz! Se pidieron las cámaras del aeropuerto y yo paso tranquilo y a Paz no se lo vio nunca. ¡Nunca lo vi en el avión! ¿Vos te creés que en el avión ves a las 300 personas? Ni hablar si viajás a la noche como en los viajes a Estados Unidos. Te sentás y ni sabés quién viaja adelante. Tengo pruebas. Te puedo mostrar la foto del pesaje que yo bajé de Internet en donde se lo ve a Paz con su mujer por un lado y yo estaba en la otra punta. ¡No tengo un carajo que ver! Y aparte Paz llevó sus entradas de boxeo que eran gratuitas porque el tipo tenía boxeadores o vínculos no sé con quién allá. ¡Yo llevé mis entradas pagas y no combinaban para nada!

En septiembre se publica una toma panorámica algo borrosa generada a partir de la meticulosa anexión de fotografías individuales en la que se lo distingue junto a su pareja sentados al lado de Luis Paz y su mujer contemplando la pelea. Los defensores de los Cantero se agolpan para presentar pedidos de nulidad. El gobierno se aterra ante la posible caída de la causa y empieza a desligarse del juez, quien denuncia el montaje falso de la imagen.

En octubre, Sergio Blanche, un excomisario reprocha a JCV un trato desigual en la causa: —Usted está en prisión domiciliaria y los otros no, eso plantéeselo a sus abogados, no sabrán hacer bien las cosas, no sé. Un consejo de amigos, aunque no somos amigos, te recomiendo cambiar de abogado -le contesta JCV.

Blanche filma la charla con una cámara infinitesimal inserta en su reloj pulsera y lo denuncia por extorsión y abuso de autoridad.

Un mes después, Monchi Machuca vuelve a la carga en una entrevista radial: “Avísenle a Vienna que pase a buscar la moto que dejó de Spadoni”. Se refiere a una Kawasaki Ninja a nombre de “Juan Vienna”, según consta en la planilla de un allanamiento realizado por la justicia federal en la concesionaria Spadoni. Uno de los dueños de la moto declarará en un juicio que el Fantasma Paz la había recibido como parte de pago de una deuda. La justicia rechaza la versión. Nadie jamás reclamará la costosa Kawasaki.

La investigación que condenó a los Monos también fue el punto de partida de una narración estatal sobre las causas del estallido de la violencia en Rosario y los métodos para combatirla.

la verdad jurídica

La oscuridad me impide ver con claridad a JCV al otro lado de la mesa. Solo escucho su voz desgastada por el paso de las horas. Se declara radical y fustiga al socialismo por no aprobar los pliegos después de que ganara un concurso como camarista y otro como auditor de fiscales tras abandonar la causa en 2015, cuando las denuncias en su contra tornaban insostenible su permanencia. La policía captura antes al Viejo Cantero mientras se desplaza en un carro ruinoso tirado por un caballo. Pero el juez se queda con una deuda: detener a Machuca, su peor pesadilla, ese plebeyo astuto, feroz, que recién caerá en 2016 durante un operativo policial en Buenos Aires. Será el paso previo a la elevación a juicio oral de la causa.

Durante 2017 se desarrollan las audiencias del histórico juicio. Los presentes sienten escozor cuando observan a los integrantes de la banda mientras escuchan por los altoparlantes de la sala sus conversaciones planificando atentados y delitos. Ninguno de los numerosos pedidos de nulidad contra JCV prospera.

El 6 de abril de 2018 se condena a Ramón “Monchi” Machuca a la pena de treinta y siete años de prisión, a Ariel “Guille” Cantero a veintidós, a Ariel “Viejo” Cantero a seis; el fallo continúa con la condena a otros familiares, lugartenientes, y a nueve policías que reciben entre cinco y seis años.

El expediente por el asesinato del Fantasma Paz nunca tuvo condenados y se archiva. La misma suerte corre el homicidio del Pájaro Cantero. Cristian «Carancho» Romero y sus agentes fueron desplazados en 2014 después de que Monchi Machuca desde la clandestinidad denunciara que la BOJ había querido venderles por 500 mil pesos las escuchas telefónicas que los inculpaban; a la vez que difundió un video en el que se visualizaba a un policía de esa división recibiendo un bolso presuntamente con dinero de parte de un narco. Luis Paz fue detenido por la justicia federal acusado de integrar una asociación ilícita destinada al comercio de drogas.

Después de la detención de los Monos, y la caída de líderes de otras organizaciones, la tasa de homicidios en Rosario se mantiene igual entre las más altas de la Argentina, revelando que la violencia excede los efectos trágicos de la narcocriminalidad.

JCV afirma que seguramente lo hayan usado pero que su tarea abrió un camino en la lucha contra el narcotráfico en el país: —A lo mejor si hacemos psicoanálisis te diría que estoy esperando algún día un reconocimiento. No quiero una estatua. Ni tampoco quiero un programa de televisión porque me invitaron y nunca fui. No sé qué… Lo que pasa es que fui presa de la grieta entre kirchneristas y socialistas. 

La grieta entre los poderes provinciales y nacionales se cerró, en realidad, el 9 de abril de 2014 cuando dos mil agentes federales arribaron a Rosario bajo el mando de Sergio Berni, el ala dura de la política de seguridad del kirchnerismo. Aquellos que habían criticado la “guerrita contra las drogas” impulsada por el gobierno de Santa Fe, observaban atónitos cómo gendarmes y prefectos maltrataban a los jóvenes de las periferias y derrumbaban viviendas precarias. El desembarco represivo desnudó que la pelea de fondo no era entre fuerzas estatales opositoras. La investigación que condenó a los Monos también fue el punto de partida de una narración estatal sobre las causas del estallido de la violencia en Rosario y los métodos para combatirla. Se trató de una verdad jurídica construida en base a escuchas telefónicas, declaraciones indagatorias, partes de inteligencia, allanamientos, crónicas de la sección policiales y fallos. Para mi generación, por el contrario, el acontecimiento que desató una inédita elaboración colectiva sobre las transformaciones sangrientas en la ciudad fue el Triple Crimen de Villa Moreno acontecido en 2012. Una juventud movilizada en las calles sacó a la luz tramas delictivas, racistas, represivas, que se habían gestado durante las últimas dos décadas. Desde entonces la exigencia de justicia requirió en simultáneo un rechazo a la verdad jurídica como única nomenclatura de la historia.