testimonios: la salud del personal

El virus cambió el mundo para todos, al menos por un buen rato. Pero mientras a unos los situó a prudente distancia social y los forzó a bajar un cambio, a otros los arrojó a un torbellino extenuante y sin final a la vista: el del cuidado de los cuerpos, una misión que siempre deja cicatrices, aún cuando se realice dentro de una escafandra. Kinesiólogas, enfermeros, médicas y pediatras cuentan cómo enfrentan lo desconocido.

Médica clínica

nueva visión

La guardia empieza a las 7, marco en un reloj digital puntual porque si tenemos diez minutos de retraso nos descuentan el día. Mi salario ronda entre los 60.000 y 70.000 por 30 horas semanales. La guardia de la noche te pasa el parte paciente por paciente; después entrás a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y ahí sí te ponés todos los elementos de protección personal: el camisolín, a veces botas o no, depende de tus zapatos, la cofia, el barbijo N95, que se reutiliza porque no tenemos más, por eso nos han enseñado cómo ponerlo y cómo sacarlo porque está contaminado, y nos ponemos guantes y una máscara facial. Con eso entramos a hacer la revisión ordinaria. Adentro tenemos las precauciones de cambiarnos de guantes, lavarnos las manos todo el tiempo. La UCI 1 es amplia, cómoda, con luz natural; la UCI 2 no, estamos amontonados, no hay luz natural, es mucho el encierro. Las dos UCI están al 100%. El problema más cotidiano es el cansancio porque tenés la máscara, la máscara se empaña, empezás a ver mal, se empieza a ceñir a la cabeza. Encima la indicación es que cuando entrás, tenés que estar el menor tiempo posible y disminuir las entradas, por lo que el paciente está mucho solo, cosa que a nosotros no nos gusta, pero a mayor tiempo de contacto, mayor posibilidad de contagio. Yo les hago una ecopulmonar a todos. En realidad, al principio era a todos, ahora a los que puedo, porque llega un momento en que te empieza a doler la cara, si alguna de las cintas del barbijo te está apretando el lóbulo de la oreja, te empieza a lastimar y duele; si de golpe te da sed porque hace calor adentro, llega un momento en que lo único que querés es salir. Y para salir el protocolo es más riguroso porque el riesgo de contagio es mayor: te sacás los guantes, te lavás las manos, te sacas las botas y te lavás las manos, te sacás el camisolín de una manera especial que nos han entrenado y te lavás las manos, ahí te sacás la máscara y te la higienizás vos -la tenés que desinfectar- y recién ahí salís. O sea, ha pasado un tiempo desde que decidiste salir hasta que pudiste. Y cuando estás afuera, te falta sacarte el barbijo contaminado, que lo tenés que hacer tranquila y pensando porque es uno de los momentos más críticos; y al final la cofia y te volvés a lavar las manos. Cuando entubo, ahí salgo, me vuelvo a vestir porque durante el entubamiento es el momento de mayor aerosolización, el más peligroso, me pongo otro camisón que se llama hidrorrepelente, me tengo que poner unas gafas como las del snorkel y encima la máscara facial. Entonces la limitación visual es muchísima y se suma un doble guante. Con todas estas limitaciones físicas, sabiendo que cuanto más te demorés más riesgos de contagios tenés vos y tu compañero, además de que al paciente hay que entubarlo rápido porque se muere, toda una presión para la que una se preparó, pero ahora lo tenés que hacer casi sin poder ver.

Médica cardióloga de la UCI del Hospital del Este, Banda del Río Salí, Tucumán.

Médico coordinador del área Covid

Médico coordinador del área Covid

derechos moribundos

A lo primero era como todo muy difícil. Cuando recién ingresábamos, a los pacientes había que entubarlos, ponerles vía central; hacerles todos los procedimientos invasivos nos llevaba dos horas ahí adentro. Y por momentos sentías que te ahogabas, que te querías arrancar todo, pero tratás de calmarte mentalmente y decirte “esto ya pasa, ya pasa, va a terminar”. Porque no veíamos nada, nos faltaba el aire. Pero con el tiempo uno se va adaptando hasta lograr hacer ciertos procedimientos con todos los elementos de protección encima y viendo la mitad porque se te empaña todo. Y ya después lo hacés como automático, como que tu mente ya sabe lo que estás haciendo y no necesita ni ver ni palpar, ya sabés que anatómicamente esta vía tiene que ir por acá. Te vas adaptando en lo técnico y ya las cosas fueron más llevaderas, más prácticas. Ahora: ¿cómo te adaptás psicológica y moralmente? Yo pienso que con la pandemia se perdió mucho la sensibilidad entre paciente y profesional, sea médico o enfermero, porque el paciente tiene que estar solo y aislado y vos tenés que tratar de entrar la menor cantidad de tiempo posible. Y hay pacientes que están lúcidos y quieren saber, quieren hablar con alguien. En las recorridas de antes el médico pasaba y se quedaba hablando como una hora con cada uno; o nosotros mismos. Y ahí te das cuenta cómo está el enfermo, si está durmiendo o no, si está afligido por la familia o por él. Ahora se perdió el tacto y los derechos de esos pacientes. Yo viví una experiencia que me afectó mucho porque me sentí moralmente una basura aunque técnicamente había actuado bien: había un paciente que estaba muy mal, se le hizo todo y seguía desaturando muchísimo. Y el médico dijo “que venga la familia igual”. Todavía no estaba el protocolo nuevo que pueden pasar a verlos. “Los vamos a dejar un ratito, desde afuera”, dijo. Porque en la terapia intensiva (UTI) del Carrillo hay habitaciones individuales con pared de vidrio. Entonces cuando pasaron, uno de los hijos preguntó: “¿Por qué tiene que estar ahí solo, morir solo?”. Y lloraba. Yo tenía ganas de decirles ¡entren, entren, denle la mano! Era horrible. Me quedé mal, me puse a llorar cuando se fueron. Y me quedé pensando: ¿qué tendría que haber hecho? ¿En dónde quedaron los derechos de esos pacientes moribundos? Acá en el Carrillo gano unos 45.000 por 28 horas semanales. Trabajo también en un hospital en CABA en donde cobro 44.000 pesos por 30 horas semanales con seis años de antigüedad. Lo que pasa es que en Ciudad no estamos reconocidos como profesionales de la salud.

Enfermera UTI, Hospital Dr. Ramón Carrillo, Ciudadela, Buenos Aires, y en un hospital de CABA.Enermera

Enfermera

100×100

¿Cuánto cobro? 49.000 por 36 horas semanales con 20 años de antigüedad. Ahora en pandemia hay muchos pacientes con respirador y hay que tomar muchos datos de ese respirador. Eso dura horas. Y después actuás sobre los pacientes: sacar y poner vías, darlos vuelta, esto que está muy de moda en la pandemia que es el decúbito prono, es decir, pacientes con Covid que están ventilados hay que darlos vuelta anestesiados y relajados como están. Y esa es una tarea muy muy exigente físicamente, porque requiere de cuatro o cinco personas. Todo eso lo hacemos con los enfermeros, porque kinesiólogos casi no tenemos, aunque ahora están incorporando. Se lo da vuelta porque cuando el paciente con Covid tiene la función del pulmón muy alterada, a pesar de estar con el respirador, ponerlos boca abajo mejora muchísimo la oxigenación porque cambia la fisiología pulmonar. Pero a veces tenés cinco o seis pacientes en esa situación y los tenés que ir dando vuelta como un spiedo. Aparte de esto empujamos camillas, tenemos que hacer tomografías todos los días, estudios complementarios, extracciones de sangre. Nosotros y las enfermeras. Y puede pasar que te sigan entrando más pacientes y no podés dejarlos, tenés que actuar rápidamente y también elaborar los informes para darle a las familias. Se suma que nosotros en el hospital tuvimos un nivel de contagios cercano al 100×100. Yo estuve con Covid. Por suerte estuve bien pero tengo compañeros que todavía no están bien. Son hospitales con déficits estructurales. ¿Cuál fue el problema? Se encontró que la ventilación tenía dificultades. Las UTI tienen que tener una ventilación adecuada porque se supone que el ambiente está aerosolizando permanentemente virus y bacterias. Este brote fue porque el aire circulaba no de la forma correcta y eso hacía que se contaminen áreas que aparentemente debían ser limpias, en donde uno no se cuida tanto. A la UTI hubo que cerrarla varias semanas para volver a abrirla cuando se hicieron esas obras de mantenimiento para generar un sistema de ventilación nuevo. Pero la última guardia la hice solo. ¿Sabés lo que es estar solo? Solo para tomar la guardia, solo para ver a los pacientes, solo para indicarlos, solo para dar los informes, solo para firmar los certificados de defunción.

Médico clínico UTI, Hospital Interzonal General de Agudos Evita, Lanús, Buenos Aires.

Chofer de ambulancia

Chofer de ambulancia

contrato COVID 

La municipalidad de Rosario nos mandó un mail a principios de la pandemia y nos consultaron si nos interesaba ingresar a trabajar en una guardia. Teníamos que contestar el mail en un lapso de 12 horas, si no perdías la oportunidad. Me escribieron un sábado y empecé un lunes. Entré de 6 a 12 en un hospital pero siempre te piden que rotes. Y también trabajo desde hace algunos años en el Hospital Provincial. Mi día es así: salgo de mi casa a la guardia; como hay muchos paros de colectivos, la municipalidad contrata taxis gratuitos y la provincia una combi en la que van quince trabajadores de la salud juntos en este contexto de pandemia. Puedo trabajar en el Provincial de 22 a 6, llego a mi casa a las 7, me acuesto, me levanto 11.30, tengo todo preparado, me voy sin desayunar y 11.45 tomo la guardia. En el Provincial estoy como reemplazante desde hace años y no cobro desde hace meses por cuestiones burocráticas, que ocurren en cada reemplazo; el sueldo por 160 horas mensuales es alrededor de 51 mil pesos; en la Muni estoy en gris, es un contrato COVID con un salario de 44 mil pesos por 120 horas mensuales: tengo recibo de sueldo, obra social, jubilación pero no soy personal municipal, para eso tendría que entrar a Planta Transitoria. Encima un punto del contrato dice que te pueden echar en caso de enfermedad. Antes de aceptar hablé con mi familia, con mis amigos, y todos me decían que no aceptara, porque encima en el Provincial también iba a hacer COVID, como que iba a estar muy expuesto. En total son catorce horas por día, son 280 horas mensuales entre los dos trabajos. Pero también es difícil entrar en Salud en la municipalidad, no siempre se abren concursos y yo me dije “ya fue, si no me la banco, al mes renuncio”. Y…bueno… acá estoy seis meses después. Estoy re cansado.

(Enfermero en el Hospital Provincial de Rosario y en un hospital municipal)

 

no llevarse el hospital

Durante la época de no pandemia, cuando de veinte pacientes hay uno pronado (boca abajo con respirador), ese es la vedette de la UTI, al que se lo está controlando permanentemente. Pero ahora al 80% hay que pronarlo. Entonces es un trabajo bastante agotador. Constantemente requiere que uno esté pensando y analizando todos los detalles. Mi salario es de 10.000 pesos por cada guardia de 24 horas. Los pacientes que son pronados reciben muchas drogas y se genera una patología neurológica que se llama neuropatología del paciente crítico: al estar con muchas drogas básicamente pierden la movilidad de todo el cuerpo. Es neurológico. Después lo van recuperando pero necesitan un tratamiento que hacemos nosotros. Queda como si te dijera cuadripléjico. Esto es muy frecuente con pacientes que están varios días con muchas drogas. La mayoría recupera la movilidad. Pero ahora tenemos que ver qué pasa con la rehabilitación de los casos Covid. Esto es algo nuevo, saber cómo quedan los pacientes y cómo los vamos a rehabilitar. Se están armando protocolos para tratarlos. Esto es fuera de la UTI, el trabajo con la parte motora que hacemos los kinesiólogos. Yo lo que trato de hacer cuando salgo es olvidarme de los pacientes. Mis padres son médicos, toda mi familia son médicos, y siempre dijimos que en casa no hay que hablar de lo que pasa en el hospital porque el hospital es un ámbito de enfermedad y hay que tratar de no llevarlo a la casa.

Kinesiólogo UTI, Hospital de Agudos D. Vélez Sarsfield, CABA.

Médica jefa de guardia

Médica jefa de guardia

el sachet

Entrás al consultorio Covid, te ponés el equipo de seguridad: te metés dentro de un sachet. Al comienzo era esperar a que viniera alguien y no venía nadie, en marzo y abril. Estábamos cuatro horas con ese sachet encima. Para mi gusto era el peor ambiente porque todo el tiempo vos estabas esperando a que viniera algo, estar a la espera de algo que creíamos que era una catástrofe, que se venía algo como lo que ocurría en Italia en ese momento, que se venían las imágenes del norte de Brasil, pero no venía nadie. Era como “qué mierda estamos haciendo acá”. Nos estresó mucho ese período de espera. Hubo muchos problemas con el personal porque nos cansamos, nos angustiamos, esta sensación de la espera afectó a mucha gente. Encima ahí empezamos a notar que los viejos pacientes crónicos empezaban a venir y a descompensarse, a tener su cuadro clínico mucho más agravado. Entonces dijimos: “estamos esperando la hecatombe pero los muertos van a venir por este lado, se van a morir los que tienen diabetes o hipertensión”. Ahora cambió todo, te ponés el sachet y son cuatro horas de ver personas, una detrás de la otra, la mayoría con síntomas leves, entran muy pocos descompensados. El trabajo se hace regular e intenso pero eso lo hace también más llevadero porque la hecatombe no está por venir, ya llegó. Hay que cuidarse pero también disfrutarlo. A mí me ofrecieron rotar de lugar pero no quise. Fundamentalmente porque sé que es el lugar más seguro si yo no me quiero contagiar; el lugar que tiene mayor bioseguridad es donde se atiende Covid. El problema está cuando vos creés que no tiene Covid, pero en Covid yo los atiendo con la sospecha de que todos lo son. Y es la oportunidad de conocer algo nuevo. ¡Cómo no vas a estar! ¡Dónde más vas a estar!

Médico clínico, Hospital Intendente G. Carrasco, Rosario, Santa Fe.

covid-phone

Nosotros tuvimos 2040 casos sospechosos y de esos tuvimos 265 confirmados. El 97% fueron casos leves. Internamos desde un mes hasta 17 años. De esos, seis requirieron cuidados intensivos y una paciente de 16 murió con una enfermedad de base que era una insuficiencia renal crónica. Los padres están ahí, la internación es conjunta en pediatría. Ellos están en habitaciones y se entra lo mínimo e indispensable. Enfermería es el eslabón fundamental en esta pandemia, son los ojos nuestros porque le suministran la medicación, el almuerzo y te avisan “doctora, fíjese el paciente de tal habitación que no está bien”. Y nosotros entramos una vez a revisarlos pero no estamos continuamente como era antes, tratamos de minimizar el riesgo. Los niños en su mayoría están sanos, están bien, están cursando un cuadro gripal leve. Cuando entramos, por más que estemos camuflados, que parecemos astronautas, se ponen contentos. Los voluntarios del hospital nos regalaron una credencial con una foto nuestra y se la mostramos cuando entramos para que vean cómo somos en realidad. En los primeros tiempos de la pandemia nos convertimos nosotros en voluntarios y conseguimos juguetes porque era muy importante que los chicos los tuvieran para pasar todo el día encerrados. Y yo por más exposición que había, si el paciente necesitaba una palmada no la negué porque sentí que el factor humano me atravesó. De repente empezamos a pensar cómo estar más cerca, más allá de que estábamos del otro lado de la puerta. Bueno, conseguimos un celular, que era el Covid-Phone. Entonces todos ellos tienen el teléfono y todos los días los llamamos, mandan Whatsapp por cualquier cosa que les pase, si hacen un registro febril, si necesitan que entremos. Todos los padres tiene ese celular para comunicarse y ese teléfono se lo queda el que queda de guardia. Fue ese celular, esto es muy loco, un gran acercamiento para el vínculo médico y paciente.

Médica Pediatra Hospital de Niños Dr. Ricardo Gutiérrez, CABA.

 

dolor de muerte

Lo peor siempre es que se muera una persona y en particular lo peor que nos pudo haber pasado fue que se murió un colega nuestro. Nosotros sufrimos que un médico de nuestro equipo de trabajo se agarró la enfermedad tan mal que lo tuvimos internado en la UTI Covid y se murió. Todo el equipo lo conocía, tanto kinesiólogos, enfermería y médico… y se muere alguien que vos todos los días… estabas con esa persona. Eso sería lo peor que le pudo haber pasado al equipo de salud del hospital.

Médico UTI Hospital Julio C. Perrando, Resistencia, Chaco.

 

nadie sabe lo que puede el virus

Nosotros venimos acostumbrados a manejar en el pico del año, 14 pacientes críticos. Hoy tenemos 24 con el mismo equipo de trabajo. Tenemos un gran limitante que es el recurso humano. Se están ofreciendo vacaciones, pero yo no veo la manera de que podamos tomarla porque en cuanto uno lo haga, el otro tiene que ir el doble de tiempo. Me encantaría quedarme una semana en mi casa, realmente lo deseo, pero me tiene que reemplazar un compañero o compañera e ir 24 horas más a reemplazarme. Por eso optamos por no hacerlo. La escena temida en la pandemia fue cambiando a lo largo de este tiempo. Un miedo que permanece es a contagiarte y sobre todo a contagiar a tu familia. Eso a mí me preocupa muchísimo. Yo elegí hacer lo que hago, pero mi familia no. Entonces es una responsabilidad que la siento muy muy grande. Tuve la suerte de no haberme contagiado y espero no hacerlo porque justamente no sé cómo me va a ir, uno no sabe cómo va a responder su cuerpo, si me va a ir bien o mal. Y después el miedo en el trabajo es a no estar a la altura de la necesidad del paciente, sinceramente. Uno siempre habla de la edad, en los pacientes más grandes se acepta como que es más común la muerte; yo no lo termino de aceptar. Pero más me pesa la responsabilidad con pacientes jóvenes. Hoy en la UTI tenemos un paciente de 39 años, sin antecedentes. No duermo tan bien como antes, duermo bastante peor. Es muy frecuente. Estamos más estresados, más cansados y estamos más angustiados y preocupados. Generalmente el día anterior a ir al hospital no duermo bien. Sé que el domingo a la noche no duermo bien, que el lunes no duermo bien y el miércoles tampoco. Es un esfuerzo desde lo físico, desde lo intelectual y desde lo emocional muy importante. Nos estamos enfrentando a algo que antes no conocíamos y cinco, casi seis meses después, aprendimos muchas cosas pero todavía no lo necesario. El resto es todo desafío y temores.

Kinesiólogo UTI, Hospital Municipal Dr. Bernardo Houssay, Vicente López, Buenos Aires.

(Los retratos son de trabajadores del Hospital Eurnekian, Ezeiza, 2020).