los grabados de colegas de miles de años atrás
Me llevó 20 años y varios intentos fallidos acceder a un cerrito coronado con 200 rocas que contenían grabados realizados miles de años atrás. La dificultad no se dio porque se situara en un paraje inaccesible (aunque se sitúa a 60 kilómetros al norte de la localidad de Sarmiento, en el centro sur de Chubut) sino porque surgían imprevistos: una tormenta de lluvia cerca de la meta que obligó a una apresurada retirada debido al suelo gredoso que con agua se torna un pantano pegajoso, errar la huella al tener que optar entre varias, una tranquera cerrada con candado, etc. El día que lo pude concretar, demoró apenas media hora de transitar por 20 kilómetros de huellas de estancias. 20 años para 20 kilómetros. Fue una muy grata experiencia, que incluyó a un ser que los originarios llaman Viento Vivo, que saludó nuestra presencia. Un arqueólogo me comentó: “En la punta, en la antigua costa del lago, atrás de la lomada, hay unas 30 rocas con grabados”. Una vez conseguido el permiso del propietario del campo, se pudo acceder al lugar. Bordeamos el pie de la lomada hasta un sector con rocas en las alturas. El faldeo se notaba castigado por la sequía y el viento, con tierra suelta y reseca, y vegetación sufrida. Según el horario y cómo se proyecte la luz solar en las rocas (si está nublado o si le da de forma directa, por ejemplo), los grabados o pinturas pueden rse o no. Donde en un momento se vio una superficie lisa, más tarde, al cambiar la luz, resalta desbordando de dibujos. A simple vista parecía no haber nada: había que acercarse y es- tudiar cada piedra. Era algo distinto a lo que había visto hasta entonces, con los motivos grabados en rocas al ras del suelo, aprovechando las superficies libres de cada cara y la forma de cada roca. Contenían figuras simples y pequeñas y otras grandes y elaboradas, cuyas formas no se podían asociar con algo en concreto. De la treintena indicada, el número de dibujos grabados se expandió a casi un centenar. Aunque el paisaje pueda estar degradado (en el pasado poseía bellos atractivos), los lugares donde se asentaron los antiguos resultan especiales. Aunque ya no estén físicamente, se los siente presentes en lo que legaron. Lamentablemente muchos no comprenden que esos vestigios deben ser conservados, que no se los debe alterar, que tienen que seguir allí por miles de años más. En Patagonia, donde el paisaje parece estar poblado de nada, la nada atesora innumerables sitios con huella humana. Acceder a ellos es como viajar en el tiempo, a otra realidad, a otro mundo en la misma tierra que coincidimos en habitar. Me atraen esos lugares donde coincido con colegas dibujantes. Aunque nos separen miles de años, hablamos el idioma del dibujo.
