la marca de Critica

La muerte de Crítica de la Argentina fue vivida como una consecuencia lógica tanto por el poder político de turno como por el planeta periodístico que se desploma. Sin embargo, de ese proceso de lucha emanó una camada de profesionales que no volverá a ser igual. Sus esquirlas impactan hoy en otros medios. Surge una generación paria que mira hacia arriba y sólo ve estrellas fugaces. Seres que deben estar preparados para escribir y para luchar.

E ntre el 2 de marzo de 2008 y el 29 de abril de 2010, Crítica fue muchas cosas. Fue el último diario de Lanata. Antes de salir, fue un producto que le puso los pelos de punta a buenos y malos, que despertó la expectativa de una grieta que pudiera enunciar lo no dicho en la era kirchnerista y que alimentó, en algunos sectores, la ilusión de que volvería a existir en el mercado un diario de izquierda. Ya en la calle, fue el diario que publicó ocho tapas contra Clarín y una gran cantidad de notas a favor de la ley de medios intercaladas con una militancia a favor del bloque agrario que se opuso a la resolución 125. Fue un medio en el que los periodistas tuvieron, muchas veces, libertad para escribir. Fue una empresa inviable por la conjunción de pocas ventas, escasa publicidad oficial y pocos anunciantes. Hasta que Antonio Mata, su accionista principal, dio por fracasado su intento de obtener una ruta aérea que le permitiera poner a funcionar Air Pampas, dijo “no pongo un duro más”, dejó de pagar los sueldos y los trabajadores iniciaron una lucha por conservar sus puestos de trabajo que se extendió durante seis meses y, para muchos, fue una bisagra imperecedera.

Crítica habilita ahora la oportunidad de pensar cómo se es periodista hoy. Martina Noailles, Mariano Martín, Alejandro Bercovich, Maxi Goldschmidt, Diego Genoud y Diego Paruelo trabajaron en Crítica y ahora integran otras redacciones. El haber sido parte del fracaso de Crítica como medio y/o de la experiencia de lucha como trabajadores es parte constitutiva de sus modos de ver hoy al periodismo y sus propias formas de habitarlo.

lo que no pudo ser

El conflicto que derivó en el cierre comenzó cuando, en marzo de 2010, la empresa dejó de pagar en tiempo los salarios y terminó en septiembre cuando se consiguieron alrededor de 50 ofrecimientos de trabajo para las y los periodistas. Martina Noailles (MN) puntualiza un primer balance: “Lo positivo fue que nos sentimos laburantes en un medio en el que nadie se siente trabajador. Ese es el principal problema del gremio: todos se creen intelectuales y no trabajadores de una empresa con un patrón”. Maxi Goldschmidt (MG): “Hay muchos periodistas jóvenes que vieron que se podían levantar contra la empresa, que se podían organizar. Eso para mí es lo más fuerte y lo más lindo que tuvo”.

El objetivo inicial de los trabajadores de Crítica era salvar al diario. Hubo negociaciones entre empresarios de medios como Raúl Olmos (hoy propietario de Crónica y BAE), Sergio Szpolski (socio de Matías Garfunkel en Tiempo Argentino, Miradas al Sur, CN23, entre otros) y el gobierno para relanzarlo con una línea editorial afín al kirchnerismo pero finalmente el negocio no le cerraba a nadie. A los empresarios porque deberían repartir la pauta publicitaria de sus otros medios. Al gobierno porque veía en Crítica no sólo a un diario que había sido opositor sino a un grupo de periodistas revoltosos.

Mariano Martín (MM): El gobierno es muy afecto al escarmiento. En todos los conflictos gremiales, cuando no encuentra verticalidad o una obediencia ciega no te salva. Pasó en Paraná Metal y en Papelera Massuh. El diario era visualizado como peligroso por la línea editorial que había tenido durante el conflicto con el campo y porque no éramos un grupo de trabajadores dóciles o alineados con la UTPBA o que tuviéramos una identificación plena con el gobierno. En Crítica convivían múltiples expresiones ideológicas pero el gobierno dijo esta gente no es nuestra: ni los que fijan la línea editorial ni los que laburan.

qué quiso ser 

Crítica no había tenido una postura cerradamente opositora al gobierno. No se sabe si por convicción editorial o por ineficacia, nunca se inscribió por completo de un lado de la serie de polarizaciones Clarín/gobierno, oposición/oficialismo. Esto puede explicar sus dificultades para insertarse en el mercado y también como marco para que los periodistas hayan podido escribir lo que querían unas cuantas veces.

MN: La línea no era tan clara al principio como se vio después, pero la verdad es que había mucha libertad y eso hay que decirlo, no teníamos grandes trabas para escribir lo que proponíamos.

Diego Genoud (DG): No fue un producto destinado exclusivamente a un sector, porque era medio una esquizofrenia. Jugó con el campo de una forma burda pero en temas como la minería o en conflictos como el de Kraft o el del subte tenía una agenda de un sector de izquierda que desborda al gobierno.

MG: Había gente que lo leía –muchos por Internet- porque consideraban que no era Página/12 ni era Clarín, que estaba en el medio. Había cosas que en Clarín o en Página/12 no se podían publicar pero en Crítica sí, al no haber una bajada de línea, porque Mata en un momento se desentiende y Lanata ya no estaba.

MM: Es la historia del periodismo. Siempre me pasó que los momentos de más desmanejo son los mejores para escribir. Siempre que el medio está en crisis, surge el momento de mayor disfrute profesional.

¿perioqué?

Si Crítica fue una temporada de anormalidad, ¿cómo se vive hoy haciendo periodismo? Las respuestas individuales tejen un cuadro grupal:

“La verdad es que cada vez me gusta menos el periodismo porque es muy difícil hacer lo que uno quiere, trabajás en un medio, sabés a quién respondés, sabés cuáles son los intereses. Uno podría agarrar y decir lo que quiere pero es como inmolarte. Entonces es como que te están metiendo el dedo en el culo todo el tiempo. Si sos kirchnerista por ahí está bueno trabajar en Tiempo Argentino o en 678 o si estás en contra del gobierno, a lo mejor está buenísimo trabajar en Clarín”.

“No sé. El que está súper compenetrado con la línea del patrón y está firmando la página tres de Clarín con mentiras… ese también paga un costo, sea psicológico, profesional o material en el futuro. No sé si hay una crisis del periodismo como tal pero sí es un momento en el cual cada vez es más difícil tanto psicológica como materialmente vivir de ser periodista”. 

“La praxis periodística es mejor y más fértil y más reconfortante para el trabajador cuando los medios presentan más grietas donde uno se puede meter. Siempre los medios tuvieron intereses, ideologías, pero en la medida en la que las empresas se hicieron más cerradas y menos tolerantes a la disidencia interna o al matiz nos quedamos con mucho menos margen”.

fin del lanatismo 

La figura de Lanata sobrevuela toda conversación posible. Al principio parecía que Crítica era su gran proyecto, una epopeya personal para inventar el diario de los 2000 así como había inventado el de la década anterior. Poco después, se lo veía más bien como detrás de una trinchera en busca de nuevos hechos de corrupción y de denunciar la perversión de Clarín, algo de lo que luego se ocuparon con mayor eficacia los productos de Szpolski y Gvirtz. Ahora Lanata aboga por Clarin, lo mismo que su ex socio Gabriel Cavallo.

En Página/12, el lanatismo como corriente periodística supo combinar la defensa de los derechos humanos, la mirada puesta en todo lo que pudiera atentar contra la democracia institucional -la corrupción, el mal manejo de los fondos del Estado, el excesivo protagonismo del Ejército y la Iglesia Católica- y un paradigma cultural asentado en las expresiones artísticas e intelectuales de la “primavera democrática”. Fue la cara mediática del progresismo; su mayor exponente sigue siendo el Gaspar de Rep, en la contratapa de Página/12, tirado en el diván, sin cumplir nunca años pero con una culpa cada vez más paralizante. Si Lanata había interpretado tan claramente qué periodismo necesitaban los años noventa, ¿por qué no iba a poder hacerlo ahora?

La grandilocuencia con la que se anunció Crítica, los periodistas que inicialmente integraban la redacción y el panorama político nacional ayudaron a crear expectativas. Muchos periodistas renunciaron a otros medios para ir cobrando un sueldo menor pero con el entusiasmo de ser parte. Alejandro Bercovich recuerda haber pensado que Crítica iba a ser el diario de izquierda que faltaba. Hoy, Mariano Martín afirma que ni las denuncias de corrupción ni una agenda de derechos humanos eran suficientes para atraer a los lectores: “¿Que ofrecía de nuevo Crítica? Nada”.

¿Hoy sería posible crear ese diario que muchos pensaron que iba a ser Crítica?

MN: Es imposible hacer un diario, con esa estructura, con esa cantidad de gente, con ese objetivo de ser el gran diario si no tenés un sostén, una empresa, un partido o el gobierno pero alguien tiene que poner la plata.

MG: Yo creo que puede funcionar como proyecto, no como negocio.

DG: La otra posibilidad es que ni siquiera haya lectores o gente que busque en un diario esa identificación. A lo mejor la buscan en Internet, en su grupo de amigos, en las radios comunitarias… No sé donde buscan pero yo me pregunto si no será que la gente a la que apuntaría un medio así en realidad no compra diarios.

MM: De hecho, tienen más mercado potencial los diarios llamados sensacionalistas. Crónica vende, Diario Popular vende, muchísimo. Me parece que no hay público comprador para otra cosa.

generación paria

En los noventa, el ideal de ser periodista brillaba por sí misma. El imaginario de un trabajo intelectual, con protagonismo, bien pago y sin condicionamientos. Muchos jóvenes querían ser como Fabián Polosecky y otros –es cierto- como Andy Kutnezoff. Transitaban escuelas, universidades, bares y redacciones portando una promesa. Hoy de eso no quedan ni los añicos. ¿Qué puede hacerse cuando se sabe que en las empresas se mueven en torno a intereses propios? ¿Qué hacer una vez que la incomodidad está instalada como objeto palpable en cada redacción? ¿Hay una generación de periodistas post- Crítica?

MN: Creo que hay una nueva generación de treintañeros que vemos el periodismo desde otro lugar. Yo soy periodista desde un lugar de militancia. Intento cambiar algo desde ahí. Y veo una camada de periodistas militantes en el sentido de aportar, difundir cuestiones para que se multipliquen o denunciar situaciones para que se acaben. 

DG: Creo que eso convive con otros casos en los que el camino es bastante más cuesta arriba y que son pocos los lugares en los que como norma podemos escribir lo que queremos. Cuando hay un conflicto gremial, hay una especie de poder dual: el poder de la patronal y el poder de los laburantes. A veces gana uno y a veces gana otro. Lo que hay que pensar además es cómo, cuando se terminan los conflictos y volvemos a ser individuos, eso se transforma y seguimos teniendo algo de poder en lo profesional. Porque podemos luchar por nuestro salario pero escribir mierda. ¿Cómo hacemos para ir hacia una sutura entre lo gremial y lo profesional? Hoy yo no veo tanta gente que se ponga la camiseta, pero si veo gente que es capaz de escribir cualquier cosa. La pregunta sería si la gente que hoy labura en los medios y tiene una búsqueda propia necesariamente va camino a ser expulsada y quedar como mártir o si existe otra posibilidad de que influya de alguna manera en los contenidos. 

MM: Si existe realmente una nueva generación está cruzada por la dificultad de ser periodista hoy. Es la que no vivió los dorados años noventa en los que el país se caía a pedazos pero se podía escribir acerca de ello. Y algo fundamental es que esta generación tiene muy pocos referentes visibles: la referencia está en los pares.

DG: Veo que se desploma el imaginario de “cobro 900 pesos pero estoy en un diario importante que me deja firmar y no me importa lo que escribo”. Hay mucha gente que duda de eso, se lo replantea y lo que menos hay es gente que escriba feliz por el credo privado.

MM: Es cierto. Pero no creo que eso se note ostensiblemente en los contenidos. Todavía no se traduce como para que los lectores puedan verlo.

MG: Ese espíritu está en las redacciones pero maniatado. Creo que ahora está surgiendo algo nuevo. Hay posibilidades de que haya publicaciones o canales o radios donde la gente pueda ir y busque y se encuentre, son islitas me parece. Te terminás juntando, te das cuenta. El que se pone la camiseta, el que no. Lo de Crítica fue como algo…

el milagro de existir 

La lucha de Crítica alteró uso en cuestión el estado de situación de las empresas periodísticas. Cuando la empresa colapsó, emergió un nuevo tipo de comunidad dentro de la redacción. No se trataba únicamente de armar una comisión interna sino de gestar un modo de vida que les permitiera a ellos y a sus familias sustentarse en medio de un conflicto, entrar en la agenda pública para hacerse visibles, negociar con la empresa, con el gobierno y con el sindicato. En este sentido, Crítica implicó el ejercicio de entender un escenario complejo.

Alejandro Bercovich (AB): Se rompió el cerco informativo que suele haber en los conflictos de prensa. Jugamos con un clima social que era propicio. La discusión por la ley de medios, la pelea del gobierno con Clarín y el hecho de que a la desaparición de Crítica ayudaron tanto el gobierno como Clarín. Aprovechamos eso para hacer masivo un conflicto que no era en un área clave de la producción nacional y no afectaba a tanta gente.

MN: Empezamos a jugar al filo, creíamos que la única salvación podía venir por la pauta oficial y si salíamos a decir que el gobierno había hecho mierda Crítica…

El conflicto supuso un debate hacia el interior de la Unión de Trabajadores de Prensa (UTPBA), el gremio que alguna vez agrupó a la mayor parte de los periodistas, que culminó con el armado de una lista opositora en las últimas elecciones. La lista de Daniel Das Neves volvió a ganar pero el germen de que una transformación es indispensable permanece.

AB: La UTPBA no asume el rol de coordinar a los trabajadores de los distintos medios para tener una voz unificada en una paritaria ni el rol de generar organización de base en cada uno de los medios. Cuando pedimos un plenario de los delegados para garantizar una medida conjunta, nos dijeron que lo que queríamos era hacer política, alzar la voz opositora que estaba encarnada en los delegados de todos los medios porque ninguno responde a la dirección de la UTPBA. Das Neves nos dijo abiertamente que si no era con sus reglas nos arregláramos solos.

MN: Ellos querían que el conflicto perdiera para demostrar que sin ellos no se puede. Es un gremio que no tiene paritarias y te dice que no pueden ir contra una cámara empresaria lideraba por Clarín. ¿Qué otra cosa puede hacer si no puede hacer una paritaria general?”

DG: Algo que emparenta lo de Crítica con otras experiencias sindicales. Para que una experiencia como esa prospere tiene que enfrentar al poder del Estado que siempre que puede la revienta o la deja morir, a la empresa que por supuesto no quiere que sus trabajadores se organicen y al sindicato que no existe y no permite organización. Como la UTA en el caso del subte o la UTPBA. Es un milagro que una experiencia prospere.

periodismo mutante

Así, lo que había sido una redacción con periodistas organizados según secciones y rangos, colaboradores escribiendo desde sus casas y administrativos se convirtió en un grupo que preparaba el desayuno, limpiaba, juntaba plata en otras redacciones para el fondo de huelga, discutía en asambleas, se acompañaba y se puteaba. 

Durante el conflicto se imprimieron tres ediciones de Crítica de los trabajadores con notas de sociedad, política, deportes, cultura y un dossier dedicado al conflicto. Entonces, los periodistas se pusieron a vender publicidad y consiguieron muchos más anunciantes que cuando el diario salía regularmente. Hubo también, claro, quiénes decidieron irse, no participar del conflicto, no aportar al fondo de huelga, o acercarse sólo cuando parecía que algún empresario estaba interesado en relanzar el diario. De esa vida en común, quedan todo tipo de consecuencias. Un colectivo gremial con intenciones de crecer como red y espacio de representación, ex-trabajadores de Crítica que hoy son delegados en otros medios, una cooperativa, Cítrica, a punto de editar una revista semanal y mucha claridad sobre quién es quién porque, como dice Maxi Goldschmidt, lo bueno de estos conflictos es que “cada uno se muestra cómo realmente es”.

Cuentan que en alguna redacción de un diario sostenido por el kirchnerismo, en el momento de las elecciones internas de delegados, el director lanzó una advertencia: “Ojo lo que votan, esto no es Crítica”. Algunos interpretan que quiso decir que no confundan el contexto, que se ubiquen, que no sean inmaduros. Otros que responsabilizó a los trabajadores por haber dejado de trabajar cuando la empresa dejó de pagarles el sueldo. En cualquier caso, todavía hay quienes suponen que Crítica –en su acepción más indigerible- puede seguir hostigando, aún después de muerto.