la guerra espiritual en argentina
Las teorías conspirativas cotizan alto cuando se trata de interpretar el auge evangélico en el siglo xxi. Estrategias retóricas emanadas desde Estados Unidos, redes trasnacionales que disputan su tajada en el mercado de la fe y estructuras para-estatales que penetran con su mensaje conservador los territorios populares. Pero la historia tiene sus pliegues y siempre es más embrollada. Breve scanneo de la avanzada protestante en el país del papa Francisco.
“Personalmente no tengo ningún pudor en adherir a la teoría del complot. Sí, creo que hay un complot contra el futuro que deseamos. Son dos los métodos o las estrategias del poder que conspiran contra una efectiva democracia en nuestro continente. Uno, lo que se conoce como crimen organizado, que prefiero llamar ‘esfera paraestatal de control de la vida’. Y el segundo, los sectores fundamentalistas de las iglesias. Coloco al mismo nivel, exactamente, la inoculación del crimen organizado y el implante de los fundamentalismos cristianos”. El discurso de Rita Segato inspiró aplausos y aprobaciones enfáticas en un colmado microestadio de Ferro. Transcurría el Foro de Pensamiento Crítico organizado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales en noviembre.
La antropóloga argentina radicada en Brasil conoce el sesgo reduccionista que implican las teorías conspirativas. Lo sabe pero lo hace. Los “fundamentalismos cristianos” a los que se refiere habitan tanto entre católicos como entre evangélicos (así como también existen sectores progresistas a un lado y al otro de la antigua grieta), pero el foco está puesto en el impresionante crecimiento de las iglesias pentecostales durante las últimas décadas. La equiparación entre el crimen organizado y los integrismos religiosos hace pie en un conjunto de analogías posibles: a) ambas incluyen segmentos logísticos y empresariales de fuerte opacidad, b) cuya expansión en Latinoamérica comienza en los años ochenta, c) con centro de irradiación en los Estados Unidos y d) una especial penetración en los sectores populares. Salgamos de las teorías y vayamos a los datos.
de la implantación al peronismo
Comencemos por lo más básico: los evangélicos son cristianos que se escindieron de la Iglesia Católica a partir de la reforma protestante del siglo XVI. Las diferencias teológicas son múltiples pero pivotean siempre en torno al desconocimiento de la autoridad papal y la evocación de la Biblia como única palabra divina. Se calcula que un tercio de los cristianos a nivel mundial son protestantes, aproximadamente 800 millones, distribuidos en diferentes corrientes o denominaciones sin comando único.
Según Luis María Alman Bornes, de la Iglesia Menonita de Flores, los primeros evangélicos arribaron a la Argentina hacia fines del siglo XIX procedentes de Europa. Luteranos de Alemania, presbiteranos escoceses, anglicanos de Inglaterra y valdenses franco-italianos. A comienzos del siglo XX fue el turno de los metodistas, menonitas, bautistas y pentecostales, llegados de Estados Unidos y Canadá en plan misionero.
Un segundo hito acontece en 1954: luego de romper relaciones con la Iglesia Católica, Perón promueve la visita del reverendo norteamericano Tommy Hicks, quien celebró masivos eventos de “prédica y sanación” en el estadio de Atlanta. En 1982 tuvo lugar un cisma al interior del movimiento evangélico organizado. Según el pastor Alman Bornes, algunas iglesias tradicionales tomaron posición en contra del genocidio y fundaron el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH); mientras con el involucramiento de las corrientes conservadoras yanquis, denominadas evangelicals, surgió la Alianza Cristiana de las Iglesias Evangélicas de la República Argentina (Aciera) como una ruptura de la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas (FAIE). Mientras en la minoritaria FAIE pueden hallarse posiciones favorables a la legalización del aborto y promotoras de la diversidad sexual, que abogan por la separación entre la Iglesia y el Estado e impulsan una Pastoral Social Evangélica; en la más robusta Aciera priman las posturas conservadoras en “los rubros familia y vida”, se promueven imaginarios ligados a la lógica empresarial y se establecen relaciones de complicidad con el gobierno de Cambiemos.
Durante los años ochenta una ola de pentecostalismo se precipitó sobre las periferias urbanas, al calor de la difusión de las teologías de la prosperidad y las tecnologías del milagro. Según el pastor Diego Mendieta, integrante de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, el pentecostal es un movimiento muy heterogéneo y ecléctico, con fuerte arraigo popular: “es un poco como el peronismo”.
bajan turbias
El especialista Hilario Wynarczyk analiza lo que considera “el dínamo de los grupos que conforman el auge neopentecostal” a finales del siglo veinte: la “guerra espiritual”. Surgida en los Estados Unidos en 1989, esta corrientes se propuso aplicar las herramientas de la sociología, la antropología cultural y la psicología social para el despliegue del movimiento evangélico. La estrategia consistió en derrumbar primero las fortalezas o “ataduras” de Satanás, para penetrar luego en las regiones y los públicos sujetadas por el anticristo. El pastor Peter Wagner, uno de sus principales ideólogos, escribió: “Nuestro trabajo no consiste en ganar la guerra, sino en llevar a cabo una operación de limpieza de territorio”.
Para desarrollar sus teorías Wagner se inspiró en la observación de la lucha contra los demonios iniciada por predicadores argentinos como Carlos Annacondia, empresario quilmeño que desde 1981 despliega una intensa actividad de masas desde su iglesia Mensaje de Salvación; el reverendo entrerriano Omar Cabrera, fundador de Visión de Futuro; y el pastor bautista de Adrogué Eduardo Lorenzo. El autor recomienda distinguir la guerra espiritual “estratégica” de la guerrilla espiritual “al ras del suelo”. Mientras la primera apunta a las naciones y poblaciones, la segunda se ocupa de espíritus que oprimen a los individuos como la hechicería, la brujería, o incluso la pobreza, las deudas, la depresión o la enfermedad.
Claro que ambas dimensiones están relacionadas: Satanás ingresa en la cultura y los territorios a través de “puertas” o vías de entrada espirituales; y se infiitra en las mentes luego de haber cooptado a instituciones y formadores de opinión. Para avanzar en terreno enemigo se necesita estudiar la historia y la demografía del lugar a fin de detectar los traumas colectivos del pasado; luego hay que discernir cuáles fueron las puertas de ingreso que utilizó Satanás; tercero, trazar “mapas espirituales” que descubran las potestades y sus áreas de influencia; cuarto, realizar campañas de oración de guerra sobre barrios, monumentos paganos y casas. Así se libera el terreno para la evangelización.
Según Wynarczyk, las principales líneas de difusión de la “guerra espiritual” en Argentina han sido los seminarios y campañas organizados por Evangelismo de Cosecha, de Edgardo Silvoso, quien es cuñado de Luis Palau, uno de los más ilustres predicadores hipermodernos radicado desde hace décadas en los Estados Unidos, artífice de una organización paraeclesiástica y transdenominacional con fuerte impacto sobre públicos hispanos. El director para Sudamérica de la Asociación Luis Palau se llama Rubén Proietti, actual presidente de Aciera.
el fallido salto a la política
Para dimensionar el incremento del pueblo evangélico contamos apenas con una evidencia científicamente confiable: el Atlas de las creencias religiosas en la Argentina publicado por el equipo de investigación de Fortunato Mallimaci en 2013. Según el estudio, el 76,4% de la población se autodefinen católicos, los evangélicos representan al 9%, los indiferentes religiosos alcanzan el 11,3%, los mormones y testigos de Jehová constituyen el 2,1%, mientras los que se encuadran bajo el subgrupo de “otras religiones” (judíos, musulmanes y afroamericanos) computan el 1,2% del total. El politólogo Marcos Carbonelli participó de la pesquisa y considera que a comienzos de los años ochenta la relación podría haber sido distinta: 85% católicos, 5% evangélicos y un 10% del resto. Hoy los expertos acuerdan en que los evangélicos ya superaron el 10% de la población y algunos arriesgan que podrían llegar al 15%. Además de ese aumento sostenido, los feligreses evangélicos son más activos en sus prácticas y se movilizan con mayor constancia.
Otro cientista político, Gastón Bruno, agrega que “hubo un auge muy fuerte por el 2001, después un amesetamiento de diez años hasta 2013, y ahora vuelve a activarse. Creo que los movimientos sociales funcionan por oleadas. La iglesia crece porque es un vector de contención social en valores y principios”. Bruno fue vicepresidente de Aciera entre 2007 y 2013, luego saltó a la política con una corriente de jóvenes cuadros denominada Gobernar Bien, quiso construir una alianza con Sergio Massa pero “para decirlo en términos técnicos: no nos dio pelota” por lo que ingresó al espacio de María Eugenia Vidal. Hoy es director de Gestión de Asuntos Docentes en el gobierno de la provincia de Buenos Aires y aspira a convertirse en diputado nacional en 2019. “Convocamos a pastores y líderes jóvenes pero también a profesionales: abogados, médicos, politólogos, empresarios, economistas, periodistas, lanzamos un manifiesto de principios y valores e hicimos una planeación estratégica para la transformación social. Desde ahí le metimos varios render al país, visitamos todas las capitales de ciudades, haciendo un head huntering con la intención de impactar un poquito más en lo social”.
Cuenta Bruno que hubo varios intentos de constituir un partido confesional pero nunca se conformó en Argentina el voto evangélico, “porque la gente hasta hoy, veremos qué pasa en el futuro, elige congregarse en una iglesia, desarrollar una comunidad de fe, pero no hace una transpolación política de eso”. La más seria de esas tentativas fue el Movimiento Cristiano Independiente (MCI), en 1994: “estaba Don Arturo Hotton, el pastor Passuelo, el padre de Eugenio Burzaco, apellidos fuertes de Córdoba y Buenos Aires, gente respetable y representativa, pero no funcionó. Pensaban llegar al 15%, provocar una irrupción, pero apenas lograron el 1,94%. Tomaron a la Democracia Cristiana como estructura legal. Luego Cynthia Hotton hizo a título personal una nueva prueba, se identificó como la diputada evangélica y no llegó al 3%, aunque tuvo el apoyo de los principales pastores de la Ciudad”. Durante su gestión en Aciera, Gastón Bruno sistematizó un diagrama del poderío alcanzado por el sector: “Tenemos cerca de 16.000 congregaciones geolocalizadas en todo el país. Por un lado están las megaiglesias que reúnen más de 20.000 personas; son unas 15 y poseen mucha influencia: Carnival (Catedral de la Fe), Freidzon (Rey de Reyes) y Prein (Nueva Vida) en CABA; José María Silvestri y Norberto Carlini (Santuario de Fe), en Rosario; en Neuquén, Hugo Márquez (Jesús es Rey); en Córdoba, Carlos Belart (Cita con la Vida) y Ernesto Villarreal, entre otros. Luego tenés las mesoiglesias, de 2000 hasta 15.000 fieles, unas 50 de este calibre distribuidas en todo el país aunque en el conurbano está plagado. En Benavides tenés a Eduardo Cervantes, en San Martín a Alberto Rey, en Varela al pastor Montenegro, en La Plata a Zuccarelli. Después están los Consejos Pastorales que reúnen a las iglesias que no llegan a dos mil miembros. No creo que exista una ciudad que no tenga un Consejo Pastoral”. Hay que contabilizar asimismo 500 colegios evangélicos, 200 centros de rehabilitación para adictos (“que son autárquicos pero se articulan en la red Programa Vida”) y un amplio trabajo en las prisiones donde gestionan pabellones y hasta un penal entero solo para reos evangélicos.
gladiadores del altar
Para los analfabetos religiosos como quien escribe, los evangélicos encarnan el compendio de todo lo que está mal en materia ideológica. Y como ya vimos, se trata de una imagen por lo menos inexacta. Sin embargo, existe la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD). Importada desde Brasil en 1991, es casi un tipo ideal de organización paralegal y parece estar escalando hacia una nueva fase de la “guerra espiritual”. Su principal autoridad, Edir Macedo, radica en Rio de Janeiro; le siguen los obispos encargados de las iglesias de cada país; más abajo los pastores que dirigen las congregaciones de provincias; y finalmente los denominados «obreros», colaboradores voluntarios entre los que se destacan los “gladiadores del altar”, regidos por un manual de conducta que enseña cómo vestirse, cuál es el comportartamiento adecuado y hasta cómo asearse correctamente. La facturación anual ronda los 200 millones de pesos solo en Argentina, donde posee unos 400 empleados la mayoría brasileños sin existencia comercial en el país. Cuenta con un “templo faraónico” ubicado en el barrio de Almagro, otras 54 sedes en provincia de Buenos Aires, 16 en Capital Federal y 32 distribuidas en diferentes ciudades del interior. Controlan 160 marcas registradas, la mayoría referidas a campañas e instrumentos de fe, como la conocida “Pare de sufrir”. Pero la IURD emplaza sus cañones más poderosos en los medios. Adquirieron FM Aleluya, Radio Buenos Aires AM 1350, periódico El Universal (con una tirada semanal de 200.000 ejemplares de distribución gratuita) y TV Universal (solo esta última emplea 124 personas). También invierten un presupuesto considerable en espacios exclusivos a partir de la media noche en canales de aire (América TV, Telefe y Canal 9) y de cable (CN23 y 360TV), por un total de 162 horas semanales.
IURD es una organización extremadamente vertical, no forman parte de ninguna Federación y gran parte del campo evangélico la rechaza. “Les denegamos la afiliación a Aciera”, cuenta Gastón Bruno. “Para pertenecer, las iglesias tienen que enviar su informe de la Inspección General de Justicia y ellos no quisieron. Hay pastores que tienen patovicas, camiones de caudales para llevar las ofrendas, gente armada custodiándolos, para mí eso es calamitoso. Los brasileños adhieren a la doctrina de la prosperidad que dice que Dios te va a bendecir si la ponés. El diezmo está instituido porque con eso se sostiene a los pastores, se construye una organización, pero esto ya es cualquiera. Es como en el sindicalismo: así como hay sindicalistas ricos en gremios de trabajadores pobres, también hay pastores que se hacen ricos en congregaciones pobres”.
El sectarismo de la IURD no necesariamente le impedirá acumular poder e influencias, como sucedió en Brasil. Pero la bolsonarización no es el único modelo político posible. En la Argentina estamos experimentando al menos dos vectores de intervención de los sectores religiosos en las instituciones, cuyos efectos pueden ser determinantes.
De un lado la intensa movilización que busca impedir, en nombre de una concepción metafísica de la vida, la ampliación de derechos y la autonomía para decidir en el campo de la sexualidad y las identidades de género. Luego del triunfo en el Parlamento que frenó la legalización del aborto, los evangélicos están desplegando una campaña contra la educación sexual integral en las escuelas públicas. Ambas iniciativas se basan en el mismo principio que motiva la “guerra espiritual”: la idea de que existen fuerzas divinas que operan a través de los cuerpos (la Vida y la Muerte, Cristo y Satanás), por lo que nuestra voluntad es apenas el efecto de una realidad numinosa que nos trasciende y a la que debemos obediencia. La eficacia conseguida por las fuerzas confesionales en este terreno se debe a la alianza entre los sectores evangélicos (que ofician como vanguardia iluminada) y la Iglesia Católica. Todos unidos contra la nueva amenaza para el mundo occidental: el feminismo y sus brujerías.
La discordia entre cristianos se dirime en el escenario de la intermediación estatal para la gestión de la pobreza. Dice Gastón Bruno: “A mí no me queda la menor duda de que el papado de Francisco responde a la disputa entre el catolicismo y los evangélicos por los fieles. Latinoamérica es un continente intrascendente desde el punto de vista económico y de las tendencias tecnológicas pero es clave en la geopolítica de la fe. Si hay un pulmón católico en el mundo es América Latina; y si hay un lugar donde el protestantismo le está ganando la carrera es aquí. Yo creo que ganamos todos, pero para los pastores hay una grieta y la disputa es feroz. Sobre todo cuando se trata de la distribución de recursos estatales, porque la Iglesia Católica tiene un poder de lobby absoluto”.
Asustada por los efectos de la crisis económica galopante, la gobernadora María Eugenia Vidal pidió la participación de las iglesias evangélicas para ejecutar la ayuda social. Según el director general de Aciera, Jorge Gómez, “el Ministerio de Desarrollo Social bonaerense nos solicitó colaborar en la entrega de alimentos en diez lugares críticos en cuanto a la pobreza, para lo cual más de 15 congregaciones en las zonas norte, sur y oeste del conurbano, realizan una tarea integral en barrios vulnerables, ayudando con ropa, alimentos, asistencia sanitaria, contención espiritual y emocional, realizando actividades para la niñez, fortaleciendo los valores de la familia. Dicha articulación con el Estado es sin partidismo político”. El programa prevé la entrega de mercaderías a quienes asistan a los eventos organizados por las iglesias pentecostales.
Aciera no considera esta iniciativa como un involucramiento político, porque “ningún sistema político representa la totalidad y plenitud de los valores del reino de Dios, y es por esa razón que no apoyamos ni fomentamos la creación de partido evangélico alguno. Destacamos que el rol de la Iglesia es encarnar los valores del Reino de Dios y desde allí juzgar toda actividad social y política”. En los términos de Rita Segato, la intención es desplegar “una esfera paraestatal para el control de la vida”. Una esfera que juzga, se moviliza, conquista territorios y hace negocios en nombre de una autoridad sobrehumana, con el fin de imponerle a los mortales y sus precarias instituciones la verdad eterna e inmutable.
