La fundación, según Osvaldo Bayer
En este fragmento de una entrevista realizada por Pedro Cazes Camarero en el año 2006, Osvaldo Bayer cuenta su accidentada participación en el origen de la revista crisis. Un rescate emotivo, en el día de su fallecimiento.
Vogelius nos presentó: “Ustedes son los que van a dirigir la revista. Vos, Ernesto, vas a tener la idea, el pensamiento, la línea. Posse, me gustaría que llevaras la literatura. Y vos, Osvaldo, te ocuparás del índice y el programa de cada número.” Entonces tomó la palabra Sábato y dijo: “Yo acepto Federico, pero es éste señor (señalándome a mi) o yo”. Lo miré a Vogelius y le dije: “Entre Sábato y yo, por supuesto… Te agradezco mucho igualmente”. Y me despedí.
El altercado se debió a una polémica que tuve cuando publiqué el primer libro sobre Severino di Giovanni. En el prólogo explicaba que si Severino había pasado a la historia como el criminal más sanguinario, era porque varios autores pintaron un retrato falso, dejándose llevar por la versión policial. Entre ellos mencionaba un pasaje de Sobre héroes y tumbas, donde Sábato dice que había anarquistas honestos pero “hubo otros anarquistas, como Severino Di Giovanni que se la pasaban en clubes nocturnos y vestían camisas de seda”. En aquel tiempo, la década del veinte, la camisa de seda era el máximo lujo que se podían dar los varones. Yo rechacé la versión de Sábato, explicando que evidentemente él ignoraba algo muy sabido entre los anarquistas: dos ácratas se habían robado varias cajas de camisas de seda, y por eso todos los anarquistas usaban esas camisas. Desde ese momento para Sábato fui su enemigo personal.
Recién un año después la revista salió, pero ya con una línea de izquierda profunda, bien representada por Galeano y Van Herman, además de otros que estuvieron desde el primer momento. A Haroldo Conti lo conocí cuando fui a llevar una nota a crisis. Él estaba ese día y nos fuimos a tomar una cerveza, era verano, y tuvimos una larga charla. Me habló casi exclusivamente del Delta, con tanta intensidad que se le dibujaban los mapas en la cara a medida que relataba.