el 2001 de la gente común

En el barrio Somisa vive el personal jerárquico del gigante fabril del acero que fue privatizado a inicios de los noventa. En 2001, mientras el país era sacudido por las revueltas populares contra el neoliberalismo, un investigador registró las microhistorias de familias que, como la suya, padecían en silencio y puertas adentro el avance fulminante del mercado. Veinte años después, publica estos testimonios de personas para las que el 19 y 20 de diciembre nunca ocurrió.

Siempre me ha atraído ese espacio minúsculo,

el espacio que ocupa un solo ser humano, uno solo…

porque, en verdad, es ahí donde ocurre todo.

Svetlana Alexiévich, El fin del homo sovieticus

Hace veinte años entrevisté a familias del barrio Somisa, en la ciudad de San Nicolás, provincia de Buenos Aires. Se cumplía una década del comienzo de la privatización de la acería más importante del continente. Yo había vivido allí hasta los 18 años, cuando me mudé a Rosario para empezar la universidad. En ese barrio residía –casi exclusivamente– el personal jerárquico de la empresa. Mi padre y los padres de todos mis amigos eran ingenieros. Las casas (unos chalets espaciosos, con tejas rojas, patio y árboles) eran gratuitas, casi no se pagaban impuestos, ciertos arreglos tampoco, el club tampoco, los remedios tampoco y los créditos se obtenían con el recibo de sueldo.

En 1991, cuando Carlos Menem intervino la fábrica para despedir a más de 6000 trabajadores en unos pocos meses, esa vida estatal, próspera y estable, se terminó.

Entre mayo y diciembre de 2001, mientras las luchas plebeyas contra las políticas neoliberales avanzaban furiosamente en las rutas, los barrios y las fábricas, yo regresé a Somisa a registrar las consecuencias de esa privatización en la vida de estas familias vecinas que, como la mía, enfrentaban la crisis en todas sus dimensiones mayormente entre cuatro paredes. Desde entonces nunca volví a leer esos testimonios más que para escribir en 2002 una tesis. No podía conciliar la formidable vitalidad política, colectiva y generacional que tenía el 2001 para mí, con ese silencio atronador que había primado, incluso el 19 y 20, en aquel territorio de mi infancia y la adolescencia.

Este año abrí esa carpeta como si fuera un viejo baúl y leí todo el material de un tirón (unas 500 hojas de entrevistas): allí había otro 2001, un 2001 que no pude reconocer en aquel entonces, tal vez por ser demasiado distante del que participé fervientemente. Pero que ahora considero clave para comprender ciertos procesos políticos, sociales y culturales que determinan nuestro presente.

legal y técnica

Artículo 5: Apruébase la constitución de la Sociedad Mixta Siderurgia Argentina (Somisa), integrada por el Estado (Dirección General de Fabricaciones Militares). El objeto principal de la sociedad mixta será la producción de arrabio y elementos semiterminados de acero. (Ley 12.987. Plan Siderúrgico Argentino, 1947).

Que, en cumplimiento de la política adoptada por la ley de referencia, corresponde continuar con el proceso de privatización dispuesto por dicha norma respecto de diversas empresas, sociedades y establecimientos que operan actualmente en el área del Ministerio de Defensa y que por su situación económica resulta necesario sustraerlos de la gestión estatal con la finalidad, entre otras, de disminuir el déficit fiscal: [se incluye a la] Sociedad Mixta Siderurgia Argentina. (Decreto 1398, 27/07/1990).

Se dispone la intervención de la Sociedad Mixta Siderurgia Argentina. Se designa interventor al Sr. Jorge Triaca. Decreto 960/1991, 22/05/1991.

Somisa debe despedir al menos la mitad de las poco más de 12.000 personas que emplea. Jorge Triaca, Clarín, 9/06/1991.

Ya voluntariamente se han retirado cerca de 4000 personas. Tenemos la necesidad de que queden sin la posibilidad de seguir trabajando en esa planta 500 personas más. Se les va a indemnizar. Carlos Menem, Diario El Norte, San Nicolás, 27/08/91.

Artículo 1º: desígnase interventora de Sociedad Mixta Siderúrgica Argentina, a la señora ingeniera María Julia Alsogaray. (Decreto 2758/91, 30/12/91).

1992: Techint adquiere la siderúrgica estatal Somisa. Junto con Propulsora Siderúrgica, crean Siderar. (Timeline en https://www.techintgroup.com).

parte 1

ser privado

El mundo tiene que ser privado, las cosas que son colectivas no son de nadie, por lo tanto nadie se preocupa como se preocuparía si fueran de él. La experiencia lo dice: el mundo que va adelante, el mundo progresista no es el mundo colectivo, es el mundo privado. Las cosas andan bien cuando son privadas. Después es cierto que la cosa privada…vos fijate lo que pasaba con Telecom… Telecom es el paradigma de la empresa chupasangre, pero antes yo me acuerdo que nadie tenía teléfono y todo el mundo bregaba y rogaba a Dios poder conseguir un teléfono. Ahora te lo regalan pero te lo cobran mucho. El capitalismo es salvaje. Antes este era un país socialista: todos vivíamos de todos. Existía Somisa, Obras Sanitarias, Entel, Ferrocarriles. Era todo de todos y así andaba todo, no funcionaba. Cada uno tenía trabajo pero era un trabajo que era un desempleo encubierto; ahora el empleo es real, el que hace falta. El mundo racional es este, el que va adelante, el que genera riqueza y no la distribuye bien, eso es cierto también. Las empresas producen más con la mitad de la gente y antes daba pérdidas porque eran de todos. Son las reglas del juego, desgraciadamente. A mí me echaron en 1991 porque las empresas buscan un perfil de gente que se ponga la camiseta y yo realmente soy demasiado individualista para ponerme la camiseta de algo. Tal es así que no pertenezco a ningún equipo de fútbol y no pertenezco a ningún partido político. Soy muy independiente en la concepción de las cosas y entiendo que no me hubiera sentido cómodo en la nueva estructura de la empresa, por la sencilla razón de que yo no soy para trabajar en relación de dependencia. Si bien comparto la filosofía de Techint, es más: no solo la comparto sino que soy un fiel defensor, pero yo soy un individualista nato y bastante obcecado.

Julio de 2001, Carlos, Ingeniero mecánico, despedido de Somisa en 1991

tercera vía

Yo creo que no, no hacía falta privatizarla. Se podría haber hecho lo siguiente: una presidencia, el ejecutivo de Somisa desprendido del apéndice gubernamental, o sea, no dependiendo sino con estatutos, carta orgánica y todo propio. Y funcionar como empresa independiente. Con personal idóneo, que creo que lo tenía, y con metodología de trabajo, con aggiornamiento. A lo mejor sí con algunas reducciones pero hechas de distintas maneras, no así como se hizo; pensando más en las personas, creando otras cosas satélites para que absorban al personal que tenía que dejar de estar.

Septiembre de 2001, Marta, Ingeniera Metalúrgica, trabajaba en Siderar ese año.

la guerra

Yo lo escuché al gerente de Relaciones Humanas decir “mirá, esto normalmente es así, es una guerra: el 30% se salva, el 30% se muere y el 30% queda lisiado que no sirve para otra guerra”. Yo fui claro: hay 550 profesionales, acá se van a salvar 150. ¿La guerra cuánto va a durar? Si la guerra dura veinte años, nos podemos salvar unos cuantos; si la guerra duraba tres años, los tipos nos rajaban a 350 rápido. En el 93 y 94 nos empezamos a atrincherar a través de la pelea y los tipos empezaron a parar un poco la mano. Ese 60% que tenían que rajar, ese 65%, lo empezamos a prolongar en el tiempo. Pasaron diez años y la verdad son 186 los que quedaron. Ya está el 33%. Al principio no pudimos hacer nada por los cuarenta, cincuenta, cien tipos que rajaron, absolutamente nada, porque nosotros estábamos muy confundidos y no sabíamos cómo pelear con un monstruo grande que pisa tan fuerte. Año 95, 96, cuando yo me pongo a trabajar en el gremio de los fuera de convenio [personal jerárquico], empezamos a conseguir microemprendimientos. Y así se empezaron a ir de a uno a trabajar: uno a alguna empresa proveedora, otro con un microemprendimiento, otro con otro tipo de trabajo. Eso fue un tiempo que duró dos, tres años, de los cuales sesenta, setenta, ochenta, se habrán ido casi todos con algo en el bolsillo para poder reinsertarse nuevamente en lo laboral. Algunos todavía están en Planta y tienen ganas de irse. Los que se fueron en la última etapa no se fueron en contra de su voluntad. Los últimos ochenta rajados se fueron porque quisieron, porque ya arriba de 55, 56 años, te agarrás una buena guita, te jubilás y te estabilizaste. En el 94 la estabilidad parecía infinita, la estabilidad de la relación 1 a 1 del dólar, pero este año yo creo que estamos hablando de semanas para que se rompa, por lo menos yo creo que nadie pueda asegurarte que más de una semana va a durar la paridad; puede que dure un año pero yo no creo que ningún broker ni ningún agente de bolsa se te anime a decir que la paridad va a aguantar más de diez días. Entonces como está hoy la cosa, hay una presión infinita por irse.

Mayo de 2001, Norberto, Ingeniero Mecánico, trabajaba en Siderar ese año.

parte 2

las tortugas

Gerardo: ante el temor de lo desconocido, la gente en general lo que hizo fue encerrarse. La mayoría trató del “sálvense quien pueda”. En lugar de ser solidarios con alguien que le pasara algo, era “fijate este, debe ser un inútil o se mandó una cagada”.

Beatriz: al principio de todo fue como cuando vos estás viviendo en un lugar y decís “¡ay, quiero una zona donde no haya temblores de tierra, no haya terremotos, nada!”. Vino la privatización y a la miércole… se empezó a mover el piso y vos decías “yo no estoy en zona de terremoto”. [Ríe]. Y ahí se te cae la estantería, se te caen un montón de cosas. Llegás a acomodar pero ya sabés que estás en un lugar de temblor. Entonces cada vez aprendés a acomodar mejor las cosas y cuando viene un nuevo temblor se te rompen menos cosas, ya las tenés bastante acomodadas.

G: a eso se fue agregando el condimento de los tiempos turbulentos que hoy vivimos. Como todo torbellino, vos no sabés en qué momento salís catapultado fuera del torbellino o lográs mantenerte circulando alrededor. Entonces uno como que hace sus propias redes de contención: gastás por lo que ingresás, no hagas planes demasiado ambiciosos a futuro, disfrutá el hoy y hay temas que ya no podés manejar. Por ejemplo, yo de Siderar decidí irme y antes de eso busqué trabajo y me fui: trabajé de proveedor en Siderar en temas de aseguramientos de calidad; después me fui a la Planta de Verificación Vehicular que se estaba recién instalando acá en San Nicolás. Bueno, ahí ellos me cortaron, no me renovaron, yo estaba por contratos semestrales. En un mes y medio estaba trabajando en otra empresa. Te estoy hablando del año 98, todavía la cosa no estaba como ahora. Y de golpe y porrazo la empresa ya no fue más viable y la cerraron. De un día para el otro. Yo ya me dedicaba a la docencia, ganaba un poco, como complemento, nada más. Pero cuando cerró la empresa no me dejó con las manos vacías. Junio de 2001, Beatriz, maestra.

Gerardo, Ingeniero Mecánico, despedido de Siderar en 1997.

solo le pido a dios

Lidia: no, nosotros más que a las carpas [de lucha contra la privatización en 1991], hacíamos grupos de oración, íbamos todos los días a las 2 de la tarde a rezar el Rosario a la parroquia. Era un grupo grande, mucha gente. Yo en ese momento lo sentí así, que lo único que nos podía salvar era la fe. Yo siempre tuve mucha fe porque me crié con fe. No sé si lo de la carpa estaba bien o mal, no juzgo a nadie ni nada, no está en mí eso, pero yo creí que aportaba mucho más rezando al de arriba, porque yo creo que era él el único que podía acomodar las cosas de la mejor manera para todos. Como otros pensaron que ir allá era lo mejor. A los que les pareció que ir allá era mejor, fueron allá, y los que les pareció que era mejor rezar, fuimos y rezamos para todos. Hacías lo que podías, pero todo el mundo ha luchado como gato panza arriba porque yo no creo que nadie haya estado indiferente en su casa. Creo que de alguna manera todos han hecho algo.

Emanuel: lo que pasa en esa época es que yo era Jefe de Sección y los Jefe de Sección entrábamos porque el gremio incluso había dicho que entráramos. Así que yo entraba a trabajar a la fábrica. No estuve en los playones [de protesta] en la puerta, es decir, entramos con todo el grupo de Jefes de Sección. Ahora bien, yo siempre fui un convencido de que era inevitable la privatización porque ya estaba todo arreglado. Pero en cuanto a pensar si era justo o injusto, me parece que era una barbaridad venderla. Porque previo a la privatización hubo todo un proceso de vaciamiento adentro de Somisa. [Baja el tono]. Cuando vos estás viviendo en una incertidumbre como la que vivís ahora, que no sabés si mañana tenés laburo, al principio te amargás y llega un momento en que decís que sea lo que Dios quiera. No podés vivir con una angustia permanente. Pero yo no puedo pensar que eso haya cambiado mi temperamento, psicológicamente.

L: no, yo creo que sí, que te ha cambiado a vos también, como a todos. [Se exalta]. Vos también eras una persona de proyectarte, de programar tu vida o programar la vida familiar y también eso se te cortó. No me digas que vos ahora programás para dentro de un año. ¡No! Vivimos el día y tratamos de ser lo más coherentes posibles con la situación.

Agosto de 2001, Lidia, preceptora de escuela. Emanuel, Ingeniero Mecánico, trabajaba en Siderar ese año.

la construcción

A mediados de enero del 93 entré en Techint Construcciones y desde un punto de vista… no sé… si anímico… no fue tan bueno. Agarramos temporadas de mucho trabajo en donde trabajaba de lunes a lunes y todo eso hacía que había un cansancio que, más que físico, era psíquico. Era todo contra reloj. Prácticamente no tenía vacaciones. Trabajaba de lunes a lunes de 6 de la mañana a 7 de la tarde. Yo trabajaba, no me veía perjudicado en mi trabajo, en mi razonamiento, pero estaba como asustado, muy asustado. Esos fueron los primeros síntomas. Yo creo que era un poco el desgaste que tenía, estaba pasado de revoluciones. Entonces tenía miedo, mucho miedo, pero no se reflejaba en mi actividad, era un miedo interno. [Se aferra a la tira de una cortina]. Sí, sí, sí, era pura y exclusivamente un exceso de responsabilidad. Al tener tanto trabajo, al estar rebalsado, vos veías que no llegabas con todo y vos dabas más, vos dabas y dabas y dabas, pero nunca llegabas, siempre te quedaban cosas por hacer. Pero es un poco la personalidad de cada uno; yo veía a algunos pares míos que les resbalaba. [Sonríe con timidez]. No me importaba nada de nada, vivía acá y seguía enchufado con el trabajo, no pensaba en otra cosa. Entonces empecé con un psiquiatra. Me daba medicamentos. Después del cuarto o quinto psiquiatra, empecé con uno nuevo y a la par un tratamiento psicológico. Y ahí fue que salí adelante. Con el psicólogo el enfoque fue directamente laboral. Me decía: “Le van a seguir exigiendo porque usted responde y quieren más y quieren más, pero usted… usted tiene un límite”.

Julio de 2001, Lorenzo, Ingeniero Civil, despedido de Somisa en 1991.

tener seguridad

La gente me pregunta “¿dónde estás?”. Estoy en el panteón, estoy en mi casa: hago tareas domésticas, ordeno placards. Bueno… trabajé… trabajé dos años en [una agencia de] Seguridad en un supermercado. Una amiga me dijo en tono de burla: “¿Cómo te animaste a trabajar de seguridad? Te hubiéramos querido ver vestida de soldadito”. [Levanta el tono]. Pero no me dio vergüenza trabajar por $300. ¡No, no! [Hace una pausa]. La gente es así. Es muy selecta la que te dice que te quiere y te quiere de verdad. Yo le dije a mi marido: basta, nos vamos del barrio, no pertenecemos más acá. Y él, no. Ahora me convencí y creo que me voy a quedar. Igual, toqué el cielo con las manos, en el trabajo me relacionaba con compañeros con mi misma situación. Tipos o padres, cabeza de hogar, que ganaban $310 mensuales, con los descuentos $260, con los tickets $70, $330. ¿Quién vive con $330? Yo les preguntaba: ¿Qué hace tu señora?: “Trabaja por hora”. ¿Qué hace tu señora?: “Da clases”. ¿Qué hace tu señora?: “Cose, es modista”. Ah… yo no tenía problema, al contrario, estaba hasta casi felíz. Después hice un clic, se terminó el contrato y creo que otra vez me recluí.

Junio de 2001, Silvina, ama de casa, esposa de Nahuel, ingeniero Metalúrgico, despedido en 1995).

eso es mío

Federico: ¿Qué es lo peor de todo? Es estar al pedo, directamente. Porque eso hace de que vos te ratoneés de la peor manera. Ratonear, prefiero ratonearme, por decir una cosa, con una Graciela Alfano, pensar alguna estupidez de esa naturaleza, pero no ratonearme de que me llega la cuenta de la luz, me llega la cuenta del teléfono, llegan $100, $150 y no lo puedo pagar y sentirme… [Interrumpe su esposa].

Marta: pero también tenés la seguridad que está el sueldo mío…

F: sí, sí, eso me da seguridad pero en segundo plano. ¿Qué es lo que pasa? Eso es mío, eso es mío y todo lo que perdí. Yo tengo que volver a una posición del proveedor. ¿Me entendés? Yo todavía estoy peleando por mi puesto. Es decir, yo tengo la seguridad de que ella lo va a pagar, sí, pero no quiero que ella lo pague. Eso es mío. A veces tengo mucha suerte… el otro día me vino una cosa que son $500, justo era $400 lo que necesitaba y no tenía hasta ese día nada y ya llegaba el vencimiento.

M: es que nos criamos en una sociedad que nos había formado… en mi familia donde mi papá era el aporte principal. Mami tenía su estudio pero se había dedicado a la casa para nosotros. O sea, el ejemplo era claro, el papá traía, el papá abastecedor. Invertirse totalmente el rol y yo pasar a ser el sustento y traer y mantener a los chicos [estudiando en la Facultad] en Rosario y Dios mío, Dios mío, eso es una cosa terrible, terrible, no es fácil de asimilar, que te sentís el peso… [cierra los ojos], que él no asume mi rol y yo sí asumo; yo no siento que él asuma mi rol, que tenga que lavar la ropa, suponete. [Abre los ojos]. Yo sí: eso la mamá y la ropa que tiene que lavar, que mañana tienen que ir los chicos a tal cosa y se tienen que llevar la ropa limpia, comidas hechas por mí para que lleven. [Acelera el relato]. Pero igual tengo que terminar de preparar las clases y yo sé que los practicantes tienen que estar y el lunes tengo que ir a observar. O sea, esa multiplicidad de tareas llega un momento que es terrible. Claro, yo llego el viernes y que sé yo, que se venga el mundo abajo, no me importa, no das más, no das más, es demasiado, demasiado peso. ¡No sé… una sociedad que nos ha castigado pero alevosamente! Y ahora siento que nos castigaron otra vez, nos vuelven a castigar a los que trabajamos en el nivel medio, a los maestros, nos hicieron el recorte, nos pagaron la mitad en Patacones. ¡¿Pero ellos no saben que ese sueldo es el sostén de la familia?!

Septiembre de 2001, Marta, docente de plástica. Federico, Ingeniero Civil, despedido de Somisa en 1991.

el corralito

El tema de qué va a pasar ahora que me retiré de la fábrica, creo que vamos a tener que ajustar el presupuesto al nuevo ingreso. Tengo que equilibrar, nivelar, los ingresos con los egresos. Vamos a terminar de pagar la casa, con lo cual el presupuesto de egresos se achica. Y creo que vamos a andar bien. Es sencillo, estamos en el plan como el gobierno: déficit cero. Vos no podés gastar más que lo que te entra. La indemnización es el único respaldo. La vamos a tener en el banco por ahora, en dólares, obviamente.

Noviembre de 2001, Francisco, Técnico Mecánico, despedido de Siderar en 2001.

final

que se vayan todos

Mal, yo estoy terriblemente desazonado con el futuro de mis hijos. No, con mis hijos no, con el futuro del país. La vez pasada charlábamos acá, en una reunión de familia, y yo les decía que a mí me duele mucho el hecho de que la juventud hoy no tiene las oportunidades que yo tuve. Yo me fui a laburar, me recibí, estuve tres, cuatro meses buscando laburo, conseguí laburo y me fui a la Comisión de Energía Atómica en Malargüe. Un buen día vine acá, me entrevisté y a los tres meses estaba trabajando. O sea, la posibilidad de rotar de trabajo en aquella época era posible, había laburo en todos lados. Existía el cordón industrial de Rosario. En fin, había un montón de cosas que hoy no existen. Se cortó ese crecimiento generacional. Es como volver a cero. Y a mí me preocupa hasta el día de hoy el hecho de que yo no veo la salida, yo no veo la luz al final del túnel. Porque todo esto que se dice, hay que ver si se pone en práctica, yo no le tengo confianza a los políticos que vayan a renunciar a los veinte, treinta o cincuenta años de poder que han tenido y de prerrogativas y de llevarse toda la guita ellos. Tengo mis dudas. Ojalá me equivoque, pero tengo mis dudas. Yo hoy no veo la luz en el túnel, hoy veo un montón de promesas… yo veo muchos discursos pero realidades pocas. Y tampoco veo los ejecutores. Esa es la macana, lo más difícil. Porque vos me decís promesas hay pero ¿hay una segunda línea de tipos que empujan y que van a llevar todo adelante? Yo no la veo. Ni segunda línea, ni partidos políticos, ni gobernadores, ni intendentes. Nada.

Noviembre de 2001, Néstor, Ingeniero Químico, despedido de Siderar en 1995.