Feria de Editores: otra hija mutante de 2001

Autoorganización, horizontalidad, indistinción entre productores y consumidores, lógicas económicas y antieconómicas en sincro. Parte del repertorio de acción de 2001 puede leerse en la Feria de Editores Independientes (FED). En este texto nos preguntamos por qué es tan necesaria, qué restos del pasado alberga, cómo sobrevive, por qué no se expande a otras localidades, cómo se financia, cuál será su futuro, por qué nos gusta tanto.
Hace un puñado de semanas, con un récord histórico de visitantes, se celebró la décima Feria de Editores en el Parque de la Estación de la Ciudad de Buenos Aires. Tras el golpe de la pandemia, que obligó a realizar la feria en formato virtual durante 2020, transformándola en apenas un e-market, el éxito de la edición de este año hizo ostensible el costado de una reconversión forzosa —no por eso menos positiva— de la circulación económica y cultural, cuyos orígenes pueden remontarse a la denominada crisis de 2001.
Siempre hubo ferias independientes, pero hasta la primera década del 2000 su circulación era periférica. Sucedían en espacios antisistema (en la calle, plazas, fábricas recuperadas), es decir, con un fuerte espíritu de intervención pública y cultural que se oponía al Estado y cuyos discursos eran, precisamente, de resistencia. A partir de 2013, la FED fue gestando una suerte de tercera posición que podría ser ambas y ninguna a la vez. En este camino logró instituirse como faro cultural alrededor del cual circula la literatura “buena” de hoy. El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires le proporciona apoyo estratégico y económico. ¿Cómo puede leerse la emergencia y transformación de este fenómeno que se originó como un movimiento de 15 editoriales autogestivas en el espacio de FM La Tribu y en la que hoy participan más de 200 editoriales? ¿Podemos hablar de una década ganada?
Ciertas reconversiones acontecidas no solamente en el campo de la cultura y la política, sino hacia dentro del campo literario y en relación con los agentes de la edición y la literatura, permitieron que hoy exista la FED como centro de consagración de la alta cultura en contraposición, por ejemplo, a la Feria del Libro, más volcada a lo estrictamente comercial. En este sentido, creemos que algo que comenzó con un semblante popular o de resistencia, terminó por convertirse en otra cosa que resulta difícil de nombrar.
El camino recorrido por la FED habla acerca de la progresiva profesionalización de un sector que incorporó los objetivos comerciales como legítimos del sector editorial independiente, sin perder por ello una cierta épica del don, la autoorganización y lo asambleario que tomaron forma en 2001. Esto fue en gran medida posible gracias a un sujeto: “empresas de cultura” consolidadas a pesar de mantenerse independientes de los grandes capitales. Es importante que subsistan económicamente y perduren en el tiempo para poder nosotrxs, los que leemos y nos ocupamos de la cultura cotidianamente, tener catálogos y títulos que nos colmen el vacío de afecto que dejó no la “crisis del 2001” sino la paulatina crisis del sistema político a partir de aproximadamente 2011, diez años después de “la crisis”.
esto no es una feria de libros
Lo cierto es que la FED se ha convertido en un lugar de consagración para las propias editoriales independientes que anhelan visibilidad y exposición, como una marca de nacimiento que indica “quién sos” en el panteón del sector editorial.
Queremos señalar algo evidente, pero que pasa inadvertido: se llama feria de “editores”, de personas que ponen su trabajo al servicio de los libros, y no feria de “editoriales”. Esto nos parece hermoso, porque habla de la labor personalizada y artesanal que supone la edición, no porque las editoriales sean artesanales sino porque la edición es un arte tan refinado y específico como escribir literatura.
La génesis de la FED puede leerse como un proyecto programático de visibilización y profesionalización de la figura de editor que la feria evoca, una reivindicación del oficio y del trabajo humano, marcadamente opuesto a la monstruosa Feria del Libro de Buenos Aires. Desde su título no podemos inferir que haya humanos enaltecidos por la labor de editar, pero tampoco librerxs, ilustradores, o autores. El “libro” acá funciona como una galaxia aislada, desterrado del aura de quienes lo confeccionan.
Este es otro motivo del éxito de la FED. La Feria del Libro es un gran hipermercado, mientras que la FED dialoga con prácticas parecidas al almacén del barrio. En el comercio pequeño, podemos charlar con el almacenero, el fiambrero, el carnicero y eso nos da confianza y alegría. Relacionarse con las personas que producen y comercializan lo que consumimos es mucho más ameno, real —con lo bueno y lo malo— y vivo que la asepsia de una góndola y una cajera precarizada a la que no le apasiona su trabajo. Aparece otra vez la figura del trabajador, que el mercado de libros a gran escala, de las grandes cadenas y editoriales multinacionales, borra. La FED puede parecerse más a un mercado comunitario que a un evento urbano a gran escala.
Lo que no queremos dejar de mencionar es que ambas iniciativas librescas, con sus particularidades, ocurren en la ciudad de Buenos Aires. Ya volveremos sobre esto.
La última FED tenía como lema “La edición independiente toma las calles”. No nos engañemos: el tipo de cultura que aglutina la FED no es exactamente popular o asequible para la mayoría de los mortales, más bien, digámoslo, es elitista. El público está compuesto por gente que en verdad lee (en contraposición a quien consume) porque tiene tiempo de ocio para leer —recordamos a Steiner en eso de la lectura como placer burgués— y dinero para comprar libros. Por eso, la consigna tan burguesa de “tomar” la calle quedó como un eslogan incómodo, casi antipolítico.
Creemos que no hay rebeldía en la FED. En todo caso, se trata de una posición “intersticial” frente al vacío que deja el mercado más comercial, pero no es ni por asomo una expresión de resistencia: más bien logró instituir un nuevo espacio de consagración y circulación definido donde los capitales intelectuales y culturales se ven contenidos y, hasta ahora, muy a gusto.
ombliguismo porteño
La circulación cultural en la Argentina se concentra en CABA, como parte de un problema político, histórico y económico que se remonta a los albores del siglo XIX con la conformación del Estado argentino. Vivimos —nosotras, las que escribimos esto— en el centro de la producción y consumo de bienes culturales y artísticos de todo tipo. Claro que hay cultura en las provincias y en otras grandes ciudades como Rosario, Salta, Tucumán o Córdoba, por mencionar algunas, pero el volumen de estas actividades en la ciudad de la furia es mayor. Por varias razones: porque hay más dinero, más gente, mayor concentración de universidades y un mercado de circulación de bienes culturales de proporciones significativas.
Le hicimos unas preguntas a Víctor Malumián, uno de los organizadores de la FED y editor de Ediciones Godot, acerca de la posibilidad de federalizar la iniciativa, porque es lo único en lo que vemos un verdadero déficit: todo muy lindo pero queda acá. Si bien participan editores y otras figuras culturales del interior del país, la Feria no sale del centro porteño. Víctor nos contestó que, por un lado “el catálogo mapea más de 350 librerías de todo el país y las editoriales participantes, y contempla el programa de intercambio de editores. La intención es amplificar la edición local, generar encuentros con editoriales de otros países y charlar con las y los lectores que hacen posible las pequeñas editoriales”.
Pero por otro, agregó: “Hay que apuntar a la generación de nuevos espacios, con otros nombres y que surjan de activistas culturales de cada ciudad, que conozcan la efervescencia local. Nos parece más interesante pensar en festivales y ferias armados por las personas que residen en cada ciudad”.
Tiene razón el editor de Godot en eso de que en cada lugar hay una cultura y llevar la FED a itinerar de manera más federal quizás opacaría los talentos locales. Y en ese sentido también hay una responsabilidad política de los que llevan adelante la cultura en cada territorio. A ellos les tiramos la pelota, ¡plop!
el amor, el amarillo, los dedos en V
¿Y cuál es la relación del Gobierno de la Ciudad con la FED? ¿Colaboración, apoyo encubierto, tensión? ¿Por qué se realiza también “La Feria de las Librerías”, un evento organizado ciento por ciento por la gestión de Horacio Rodríguez Larreta? Nos contactamos con Enrique Avogadro, ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, quien declara: “Apoyamos esta gran iniciativa desde hace años ya que potencia de manera significativa a un ecosistema editorial que es clave para todo el universo del libro y la lectura. Apoyamos a través de distintas herramientas, como la Ley de Mecenazgo, además de acompañar la producción de la feria”.
El silencio elegante acerca del aporte de dinero estatal con una arquitectura de diferentes fuentes de financiación alza un poco la voz en la sección de patrocinadores de la página de la FED: Mecenazgo CABA, Impulso Cultural, Bibliotecas de la Ciudad y GCBA. Hay más logos relacionados con el distrito que conduce Larreta y posicionados en el encabezado que de cualquier otra índole. Quizás la sensibilidad dosmilunera de muchos de los editores funcione como un dique de contención para que este apoyo tenga visibilidad en la feria.
Lo cierto es que la de 2021 fue la primera edición en que la FED se realizó en un espacio público, manejado íntegramente por el gobierno de la ciudad, y esto habla de cierto grado de mayor institucionalización del evento. Desde FM La Tribu a una organización conjunta del GCBA: eso también es una herencia de 2001.
¿Cuánto se gana y cuánto se pierde con este apoyo? ¿Es hoy un hecho cultural incuestionable que estas iniciativas tienen que generar relaciones simbióticas con el Estado, sea amarillo o celeste y por más que los editores salgan en Instagram con los dedos en “V”? ¿Y qué naturaleza debe tener esta relación?
El empresariado semiindustrial, semiartesanal, semisubsidiado, semisustituidor de importaciones y semiindependiente de la FED tiene la decencia de no formar cámaras o corporativas que parasitan al Estado y presionan para suplantar por beneficios regulatorios su falta de dinamismo. ¿Pero es suficiente? A veces nos parece una política de Estado precaria que se apoya en lo que construyen otros pero en lugar de darles más estructura los deja así, en fase nómada, con un ¿compromiso? mínimo sobre lo que les da prestigio.
Si existe en la actualidad un ecosistema relativamente hegemónico en la edición independiente —una instancia de consagración cultural y literaria como es la FED— es producto no solamente de una reinvención del capital cultural luego del sinnúmero de cimbronazos políticos a los que se vio sometida la Argentina, sino también de aquellos —los editores, esas personas— que eligieron poner sus fuerzas disponibles en el oficio del texto y los libros. La FED es, también, una manifestación del amor.
Tal vez, lo que haga falta en la actualidad sea, como sostiene la FED, que haya más relaciones vinculares para sostener y continuar diversificando el mercado editorial independiente en términos federales y laborales, sociales y participativos, para que resulte, en verdad, una fiesta para todxs.
Y aun así, a casi 20 años del helicóptero que se llevó a De la Rúa, existe —por suerte— un mercado y un campo consolidados que se queda acá y que se parece —perdón— a alguno de los héroes que nos robó la modernidad, puesto que el goce éxtimo de leer, mientras cae la noche y el mundo sigue siendo una mierda, es posible porque tenemos muy buenos libros y muy buenos editores que nos acercan esos libros.
Es cierto que nos ponemos entusiastas. Es que nos encanta la literatura.