1. En la actualidad el concepto de “Péndulo Argentino” elaborado en 1980 por Marcelo Diamand cobra una trágica actualidad. Diamand escribía con la vista puesta en el horizonte de la economía de Martínez de Hoz y su política de tipo de cambio premeditadamente atrasado para favorecer la financiarización, destruir la base industrial y el peso del salariado argentino. Pero bastante antes, cuando ese ciclo pendular todavía era reciente, Rogelio Frigerio intentaba encontrar la cuadratura del círculo en los albores del gobierno de Arturo Frondizi, al que había llegado como eminencia gris del diseño de lo que por entonces se llamaba integracionismo y luego se llamaría desarrollismo: una estrategia de planificación para que el desarrollo nacional evitara caer tanto en el aislamiento mercado-internista como en el aperturismo agroexportador. Las condiciones de la victoria, reeditado este año por la editorial de la Universidad Nacional de Lanús, es un resumen del programa político de Frigerio que tuvo una influencia clave en la presidencia de Frondizi pero cuya puesta en acto fue incompleta por la relación tormentosa que Frigerio mantuvo con las élites del poder de la Argentina post peronista.
2. Al revés de la crítica gorila que soñaba un 1955 como oportunidad para volver al pasado pastoril previo a la “anomalía” peronista, Frigerio trazaba en la fundamental revista Qué una visión superadora e integradora de la experiencia justicialista (por lo que no sorprende que en esas páginas encontraran refugio tanto la vieja guardia de Scalabrini Ortíz y Jauretche, como los nuevos enfants terribles de los hermanos Viñas). El encuentro con Frondizi, entonces jefe del radicalismo, sella una alianza que durará 30 años. Frigerio proporciona el contenido económico necesario para que Frondizi abjure de las posiciones socialdemócratas (y políticamente gorilas) que dominaban la UCR y abrace la nueva estrategia que colocaba en un lugar central dos pilares: un acuerdo con el peronismo (es decir con Perón en el exilio) para ganar las elecciones, y un programa económico que atraiga inversiones extrajeras en sectores “pesados” de la industria para revertir la dependencia externa de la economía argentina. La “batalla por el petróleo” que logró el autoabastecimiento vía la llegada de firmas que rompieron el monopolio de YPF, fue sin duda su mayor y políticamente más incorrecto logro.
Por eso Las condiciones de la victoria es un documento histórico esencial para aproximarse a un proyecto político que quedó inconcluso aunque dejó sus marcas inolvidables en la historia argentina. Frigerio lo escribe en 1959, un tiempo después de ser echado del gobierno por presiones de la estructura militar que, dos años después, también derrocará a Frondizi. Algunos capítulos están dedicados a explicar los vaivenes cíclicos de la economía, las distorsiones de una estructura sustentada en una insuficiente base industrial y un territorio nacional no integrado. Su estilo sorprende, visto hoy, por la retórica nacionalista y la visión histórica, que siempre remonta el origen de los dramas económicos a las épocas de la formación nacional. El énfasis siempre está puesto en la idea núcleo de que el problema argentino radica en un déficit de la infraestructura (caminos, energía, industrias básicas) y que eso era consecuencia de una falta de inversión que ni el modelo aperturista clásico ni el enclaustramiento mercado-internista podían solucionar. La idea del recurso a la inversión extranjera (orientada por el Estado a sectores claves) como salto para superar esas dos situaciones queda como la marca más perdurable del pensamiento de Frigerio.
3. El presidente Macri gustaba llamarse a sí mismo frondizista. Era una táctica interesante porque aunaba su condición de ingeniero, distante de las teorizaciones políticas, con el imaginario frigerista de la inversión en infraestructura, las torres de petróleo, las chimeneas humeantes, los caminos que conectan zonas despobladas con los centros de exportación. Un nieto de Rogelio Frigerio, incluso, homónimo, es hoy ministro de Interior y Obras Públicas. El discurso de buena parte del gobierno apela la búsqueda desarrollista de la inversión “física” como salida de las recurrentes crisis financieras. Sin embargo parecería haber un alma dividida: retórica frigerista y práxis financiera, invocación sarmientina de la integración nacional y endeudamiento desbocado con la voracidad especulativa, obras pública y lebacs. Nada nuevo, en ese sentido, sino una confirmación de que la batalla política por los diferentes proyectos económicos que, como nos recuerda Las condiciones de la victoria, se resume entre la dependencia externa o el desarrollo autónomo, sigue abierta tantos años después incluso en los escenarios más inesperados. Ahora, como después de la salida de Frigerio y su proyecto, hay que pasar el invierno.
