1. Eduardo Levy Yeyati es economista. Fue funcionario del gobierno de Mauricio Macri, donde dirigió el plan Argentina 2030, abocado al diseño de iniciativas para políticas públicas. También dirige una consultora y es decano en la Universidad Torcuato Di Tella. Como novelista publicó Gallo (policial negro), Culebrón (comedia o melodrama negro) y en forma reciente El juego de la mancha (ciencia ficción noir), que apareció en forma casi simultánea con un nuevo libro, Después del trabajo. El empleo argentino en la cuarta revolución industrial. En épocas de flexibilización laboral y paritarias a la baja, ¿no podrían ser también los escritos de Yeyati un comentario negro sobre los anhelos sociopolíticos del gobierno? ¿Y no es su obra literaria una lectura ácida sobre el estilo de vida y las contradicciones del grupo dominante.
Quizás haya un poco de ambas cosas. Yeyati no parece estar cómodo en ningún lugar. Al escribir sobre economía esa incomodidad emerge en su intento por lograr una sutura imposible entre una lectura aguda de ciertas tendencias actuales como la concentración de la renta y el declive de la capacidad del capitalismo para absorber la fuerza de trabajo, con la fe del neoliberalismo en mitologías tales como la “reconversión”, el “shock tecnológico” y el “emprendedurismo”. En su literatura consigue, casi como una quinta columna, elaborar una estética de la desesperación. Dado este contexto, El juego de la mancha podría ser pensada como un puente entre ambos mundos. La robotización, las insuficiencias de las políticas sociales y el drama de un sistema educativo obsoleto son aludidos en forma elíptica. Yeyati intenta dar un paso más y sondea en lo que sería el alma del hombre bajo el ingreso universal irrestricto. Sus conclusiones no son alentadoras.
2. El Mr. Hyde de Levi Yeyati utiliza una paleta de procedimientos donde los puntos de vista van matizándose, donde las perspectivas se superponen y, de una forma casi coral, construyen una mirada lóbrega sobre la burocratización algorítmica del capitalismo financiero. En su distopía rige un orden de tecnoviglancia, se produce el regreso a regímenes de urbanización premodernos y, luego de la transformación del fin del trabajo asalariado, tampoco parece haber escapatoria. De hecho la ciudad, construida como una colección de ruinas del futuro, es uno de los protagonistas de la novela. La acompañan Mario, un profesor cínico y desencantado que bien podría encontrarse en cualquier pasillo de la UBA, Manu, identifi cable como un funcionario “buenudo” de Cambiemos, y Ciro, un oscuro barrabrava de la “política territorial”.
Desde William Gibson, buena parte de la ciencia ficción podría ser leída como un muestrario de intentos fallidos por acercarse al lenguaje del lumpenproletariado posindustrial. Pero Yeyati es virtuoso a la hora de narrar lo subalterno. Por otra parte, y gracias a su dominio de las voces y de las texturas, el rompecabezas de El juego de la mancha también podría ser leído desde las peripecias de sus personajes femeninos. En apariencia más débiles, son los que se encuentran más cerca de encontrar una salida
En El Camino de Ida Ricardo Piglia había construido un thriller académico donde se asomaba al sistema de vigilancia “antiterrorista” de la NSA norteamericana. Yeyati construye un doble vínculo con esta novela: por un lado, profundiza en la vigilancia, pero liga este sistema no ya a un plan imperialista sino a la marca indeleble de la dictadura militar argentina. Por otro, se aleja de la idea de mercado académico que, no sin ironía, Piglia construía como entorno. Sabe que con el fin del trabajo se termina, también, la universidad tal como la conocemos. En ambos casos los asesinatos, las persecusiones y las desapariciones servían para hablar sobre el orden imperante. Sin embargo, si Piglia siempre tuvo una fascinación con la disidencia (de los ladrones de Plata Quemada a Unabomber), Yeyati radicaliza su hipótesis al llevarla al control social sobre los que no se muestran alegres. Dice la novela: “el objetivo ya no es el resistente sino el insatisfecho”.
3. De a momentos parecería que la hipótesis central de El juego de la mancha es peronista: muerta la cultura del trabajo como fundamento identitario, el hombre no podrá encontrar nuevas maneras de narrarse. ¿Debería ser esa la preocupación más urgente de la economía? Y en caso de que así sea, ¿está la economía preparada para el desafío? Yo creo que no. Por otro lado, mientras que gran parte de las distopías contemporáneas eligen concentrarse en los dilemas que proponen los “logros” de la Inteligencia artificial, el abordaje de Yeyati es original porque abre una interrogación acaso más urgente. Y ahí reside su magia. La novela no pregunta: ¿Qué pasaría si la conquista del ocio y el fin de las relaciones salariales llevase a la consolidación de la vigilancia, el aumento de la violencia estatal y el florecimiento de la “vieja política”? Sino: ¿Y qué si eso ya está pasando bajo la fachada de una modernización y sin que siquiera hayamos logrado liberarnos del yugo de la relación salarial?