el sensual aroma del posmacrismo

Durante el semestre verde la coyuntura política cambió de forma sorpresiva, entre la estampida del dólar y la marea por la legalización del aborto. Para sortear el desoriente y disipar la niebla organizamos una sustanciosa polémica en un bar tanguero. La rusa Bregman, el sin corbata Kicillof, el irreverente Juan Grabois y el economista D´Atellis hilvanaron un análisis de situación y arriesgaron alternativas para enfrentar el ajuste amarilllo.

Sopla con ganas el frío en la noche del martes y el Centro Cultural Torquato Tasso está a tope. Se trata de la segunda convocatoria del ciclo Ciudad Revuelta, una serie de encuentros “para debatir la ciudad que viene”, según la invitación del Instituto de la Economía Popular, recientemente creado por la CTEP Ciudad de Buenos Aires. En el panel, cuatro jóvenes dirigentes políticos que prometen reunidos para pensar qué hacer después del estrepitoso crac de la utopía que supo encarnar Cambiemos. Myriam Bregman, gran estrella de la izquierda trotskista; Axel Kicillof, el ministro de economía maldito y uno de los herederos posibles del legado kirchnerista; Juan Grabois, quizás el principal intérprete en clave combativa del mensaje del Papa; y Agustín D´Attellis, economista con fuerte presencia en los medios.

“Todos los días nos dicen: ‘muchachos, ¿qué pasa que no la pudren? Ustedes tienen fuerza’. Miren, es muy sencillo: nosotros no vamos a poner el cuerpo de los humildes para crear una crisis política que después la capitaliza andá a saber quién y la sangre la ponen nuestros compañeros”, dispara Grabois, quien también es fundador de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, inaugurada en 2009 por quienes quedaron afuera de las promesas del crecimiento con inclusión. Desde la llegada de Cambiemos al poder, sus principales dirigentes se incomodan cuando el antimacrismo les pide que vayan al frente con todo: combatividad, coherencia, eficacia, disposición a la unidad, altruismo. Exigencias que tienen su lógica hacia una organización que supo crear una estructura cada vez más sólida y expansiva a partir de alianzas audaces como la forjada con la cúpula de la CGT.

“La Rusa” Bregman mete el dedo en la llaga: “lo que quieren es hacer el ajuste, pero que la gente no salga a joder a la calle. En ese camino está la pretensión de volver a utilizar a las fuerzas armadas en la represión interna. Es evidente que quieren reforzar el aparato represivo del Estado enviando militares a las fronteras y liberando gendarmes hacia los grandes centros urbanos que es donde calculan que se van a dar las grandes resistencias y enfrentamientos”

El tercero en discordia es Axel Kicillof, quien se abstiene de entonar las virtudes del modelo económico que gestionó hasta diciembre de 2015, para concentrarse en la crítica del presente: “El gradualismo es la velocidad que permite la organización social. Son los límites políticos que tiene el ajuste. Esta palabra -gradualismo- no fue una dádiva del gobierno, no fue su deseo, sino una medida de su impotencia para aplicar el ajuste todo junto”.

Aparece por último en escena Agustín D’Atellis, economista que defendió los trapos del kirchnerismo pero luego saltó al endeble armado de Florencio Randazzo: “La deuda funciona también como instrumento de endeudamiento de los hogares. Las economías familiares, para sostener sus pisos de consumo anteriores, debieron recaer fuertemente en el endeudamiento y la lógica especulativo-financiera lleva a una situación de tasa de interés muy alta que conduce al ahogo, a la asfixia de los hogares”.

El ajuste que se viene, la fragilidad política del gobierno, una ebullición popular real pero sobre todo proyectada, los dilemas en torno a la unidad opositora, y la expansión de la violencia estatal, son algunos de los dilemas que vertebran la discusión en el preciso momento en que, por primera vez, se comienza a hablar de un verosímil posmacrismo.

la hora de los hornos

Como un deja vu de las angustiantes películas de Pino Solanas, los expositores insisten en la descripción de las penurias de los argentinos. Según D’Atellis, “hay una apuesta a una lógica de valorización financiera, pero es tan burda que se convirtió en un proceso de descapitalización. Lo que estamos viviendo hoy en la Argentina es literalmente un saqueo. Durante este año el Banco Central entregó más de 12.000 millones de dólares para dar salida a los capitales especulativos que habían llegado al país a pedalear en la bicicleta financiera de las Lebacs. El propio Central había permitido, a lo largo de dos años, que se llevaran 23.000 millones de dólares solo en intereses de esas Lebacs y que terminan siendo reservas que se fugan. Entonces el asunto es doble: no solo dejamos de tener las divisas que el Banco Central decidió entregar a estos fondos y se los llevan fuera de la Argentina, sino que además ahora los debemos”.

En la misma sintonía, Bregman enumera cuatros saqueos producidos desde la década del setenta: “El primero comenzó con el Rodrigazo y se terminó de concretar con la dictadura militar. El segundo empezó sobre el fin del gobierno de Alfonsín y culminó en los primeros años del gobierno de Menem. El de la Alianza lo tenemos más fresco, algunos recibimos los cascotazos en nuestro propio cuerpo porque ya no somos tan jóvenes y nos acordamos de los 39 muertos con los que se fue Fernando de la Rúa, en un saqueo obsceno que terminó con niveles de pobreza que llegaron al 57%. ¿Qué está haciendo este gobierno y para qué se prepara? Se trata de un cuarto saqueo histórico”.

Kicillof coloca el análisis en lo que considera la única innovación de la alianza Cambiemos: “El plan de este gobierno es muy parecido al de Martínez de Hoz, no tiene un gramo de novedad: abrir las importaciones, bajar los salarios, desregular la entrada y salida de capitales. ¿Cuál sería el aporte de Macri? El discurso. Porque las experiencias neoliberales anteriores se comunicaban rompiendo la silla de la industria nacional y diciendo que había que importar todo. Jamás lo diría un funcionario de Cambiemos: lo piensan, pero no lo dicen. Piensan que los salarios son muy altos, pero no lo diría un funcionario. Piensan que la timba financiera está bien porque eso es entrar al mundo, jamás lo dirían. Se trata de un plan neoliberal con un discurso no neoliberal”.

La fulminante corrida cambiaria iniciada a finales de abril dejó hecho jirones ese relato alimentado por los dos máximos cerebros comunicacionales del oficialismo: Jaime Durán Barba y Marcos Peña, ahora en cuarteles de invierno.

Inaugurando el capítulo de los pronósticos, D’Atellis abre serios interrogantes sobre la efectivización del acuerdo con el FMI. “Creo que no van a llegar a realizarse los próximos desembolsos acordados con el Fondo porque no están dadas las condiciones en el plano político, económico y social para avanzar con la agenda que se pactó. Y los 15.000 millones de dólares no alcanzan para cubrir el déficit externo que tiene la Argentina. El déficit fiscal está por arriba de los 30.000 millones de dólares, el de cuenta corriente anda cercano a los 40.000 millones y tenemos una bomba de tiempo en Lebacs de 45.000 millones”.

“Creo que el principal problema del discurso que dice ‘hay 2019, vamos a volver’ es que nadie se baña dos veces en el mismo río. El contexto internacional es muy distinto, incluso para programas económicos como los que se implementaron a partir de 2003″. Myriam

A la hora de pensar el posmacrismo, Bregman deja a un lado las citas marxistas y se refugia en Heráclito: “Creo que el principal problema del discurso que dice ‘hay 2019, vamos a volver’ es que nadie se baña dos veces en el mismo río. El contexto internacional es muy distinto, incluso para programas económicos como los que se implementaron a partir de 2003. Yo creo que claramente hay un sector que se juega a que no haya grandes movilizaciones ni grandes enfrentamientos porque eso perjudicaría su plan de volver a mostrarse como una oposición posible. Pero la pregunta que nadie contesta es: ¿qué van a hacer con el acuerdo con el FMI?”.

Juan Grabois introduce su desconfianza hacia los intelectuales y la manía de predecir el futuro. “La pregunta sobre la crisis no puede tener una respuesta única. Tiene que ver con los grados de acumulación para que esa crisis se resuelva en una alternativa para los sectores populares, muy particularmente para el 25% que quedó fuera de la relación salarial. Todos los sistemas de producción crean su propia superpoblación relativa. Hace ciento y pico de años esa superpoblación relativa tenía la función de ser, como dijo Marx, un ejército industrial de reserva, es decir un factor de presión para bajar los salarios de toda la clase trabajadora. Ahora hay otra situación, incluso internacional, que es de descarte social y humano, donde hay un montón de compañeros que por más que se aplique un plan productivista, keynesiano, medio keynesiano, súper recontra keynesiano, en el capitalismo no van a tener lugar”.

Luego de señalar las limitaciones de las opciones neodesarrollistas, Grabois se refugia en una estricta postura gremial: “La CTEP no se inventó para discutir la política, no se inventó para discutir la tasa de las Lebacs, se inventó para discutir cuántos salarios sociales complementarios vamos a conseguir para que nuestros compañeros que están laburando en un basural en San Pedro en vez de ganar 4.600 pesos ganen 8.000”.

Sobre las objeciones que antepone Myriam al “vamos a volver”, el exministro Kicillof amaga una respuesta: “Lo que pasa es que en 2003 hicimos una cosa, en 2004 otra, en 2005 otra, en 2006 otra. Y en el 2015, cuando a mí me tocó ser ministro, hicimos otra. No hay ‘un algo’ que hicimos, hicimos varias cosas. Ahora, si me pedís una orientación pensando en lo que se puede hacer en nuestro país, son más o menos las tres banderas del justicialismo: independencia económica, soberanía política, justicia social. Y eso se logra con mayor industrialización. ¿En qué circunstancias nos tocará aplicarlo la próxima vez? No lo sé. ¿Qué medida será la más propicia para conseguir ese resultado? Tampoco lo sé. Me parece que no importan demasiado esas enumeraciones. Trataremos de que sea más rápido, más veloz, más eficiente y mejor. Otra forma de decirlo: queremos volver mejores”.

la calle y el palacio

“Alternativa” es la palabra más usada como imagen de un futuro que parece haberse acelerado. Pero la discusión se tensa en torno a cuál es el escenario donde debe dirimirse la crisis actual y quiénes serían los sujetos que deben agudizarla o encabezar la superación del actual oficialismo.

Grabois le pone picante: “No creo que un modelo de país alternativo, y esto es paradójico porque yo estoy todo el día en la calle haciendo quilombo, se consiga en la calle. Creo que se resuelve en las urnas, y ni siquiera. Solo una parte se resuelve en las urnas. En la calle se defienden los derechos y se conquistan derechos nuevos, pero no creo que podamos cambiar el modelo de país al que nos quiere llevar esta gente. No hay que pedirle a la calle, a mi criterio, lo que no le corresponde, y eso no quiere decir que la calle no intervenga en la política, pero no va a cambiar el gobierno. Si alguien tiene la estrategia de voltear al gobierno en la calle sería interesante que lo diga abiertamente. Yo no lo creo, les aseguro que si lo creyera lo diría”. Luego reivindica al papa Francisco, “aunque ya no esté de moda”, y refuerza su compromiso con la defensa gremial de los sectores inempleables. “Nuestra tarea es que en los procesos de pugna distributiva nos caguen lo menos posible y, si podemos, que no nos caguen. Ese es nuestro rol, así de chiquito. Porque si algo hizo que los compañeros puedan seguir parando la olla es haber mantenido la independencia, la fortaleza y la unidad sindical reivindicativa”.

Bregman disiente con el líder del Movimiento de Trabajadores Excluidos y recuerda que el estallido del modelo cambiemita empezó con las protestas callejeras de diciembre de 2017: “La lucha en las calles del 14 y el 18 de diciembre le pusieron un freno al gobierno, porque aun si firmaron el pacto fiscal y aprobaron en el Congreso esa ley nefasta contra los jubilados, a partir de ahí el gobierno entró en crisis. Creo que en los próximos meses el ajuste se va a definir en las calles y tenemos que jugar un rol protagónico”.

Sin embargo, “la Rusa” matiza el análisis y plantea dos hipótesis sobre lo que vendrá: “La primera es que se conforme una situación como la que vivimos durante el menemismo, con un gobierno que se estabiliza sin grandes enfrentamientos y no se pase de conflictos parciales. Pero es posible también que el gobierno pierda el control de la crisis, que haya levantamientos y que la respuesta represiva sea mayor”.

En este plano, Axel retoma un hit que no se viralizó ni siquiera cuando los soldados de Cristina concentraban el poder del Estado: “¿Se acuerdan de esa vieja convocatoria de ‘unidos y organizados’?

En este plano, Axel retoma un hit que no se viralizó ni siquiera cuando los soldados de Cristina concentraban el poder del Estado: “¿Se acuerdan de esa vieja convocatoria de ‘unidos y organizados’?

Bueno, lo que no falta hoy es organización. Hay miles de organizaciones, es decir vamos por la mitad: falta que estemos unidos. Para este gobierno, esa es una pesada herencia del período anterior. Incluso me animo a decir que lo que se ha dado a conocer como la ‘grieta’ es una forma desviada de la enorme politización que hay en la Argentina”.

Luego apunta a las fricciones que aparecen “por arriba”, en el seno de las clases dominantes, hilo del que deberán tirar quienes aspiren a desbancar a Cambiemos: “Por un lado la calle; por otro sus socios, porque sea por ineptitud o por maldad estamos ante un golpe financiero en curso, y eso no es algo que podamos resolver los sectores populares porque ninguno de nosotros le puede hacer una corrida o fijar la tasa de las Lebacs. El problema es que a Macri no lo bancan abajo, y ahora parece que tampoco lo bancan arriba”.

Bregman ratifica la necesidad de contar con un programa alternativo y enumera el repertorio del trotskismo vernáculo: “Nosotros queremos discutir el no pago de la deuda, la ruptura del acuerdo con el FMI, la nacionalización de todas las empresas, parar la fuga, el monopolio del comercio exterior, nacionalización de la banca. Son medidas elementales de defensa nacional, pero hoy no se discuten”.

Grabois desafía a quienes se posicionan para ejercer papeles protagónicos en un eventual gobierno popular por venir. “Yo quiero que este gobierno termine su mandato porque no creo que voltearlo permita la construcción de una alternativa política superadora. Y creo que estos compañeros que están con nosotros aquí hoy, y todos los que se sumen a la lucha político partidaria, tienen que hacer un gran esfuerzo para construir una victoria electoral en 2019. Así, bien berretita la cosa, sin demasiada épica, ganar con los votitos en las urnas. Por otro lado, nosotros tenemos el plan de las tres T: Tierra, Techo y Trabajo.

Y eso tiene un costo en plata. Por ejemplo, un millón de lotes con servicios, quinientas mil chacras, cinco millones de salarios sociales complementarios, eso es lo que le vamos a pedir a los que se postulen para ser presidentes. Y quiero discutir cómo nos lo van a dar, o si les parece mal y no lo van a hacer”.

Myriam cuestiona el mandato de la unidad electoral opositora y propone aprender de la impactante movilización popular que motivó el debate parlamentario sobre la legalización del aborto: “creo que la conclusión que tenemos que sacar, para ligarlo a la consigna de este debate, es que el movimiento de mujeres debe transformarse en un gran movimiento que enfrente al FMI, porque si Macri avanza en su plan las mujeres vamos a ser las principales perjudicadas”. Para ello exige deslindar las alianzas tácticas en función del horizonte estratégico. “Lo digo sinceramente: a mí no me genera ninguna relación sorora Lospennato (en referencia a la diputada oficialista que hizo suyas las banderas feministas), una de las que más nos atacó en el debate por la reforma previsional y permitió que nos reprimieran cuando peleábamos por los derechos de los jubilados. Creo que este movimiento de mujeres da para más”.

Para terminar, Axel recupera uno de los debates irresueltos que atraviesa a la oposición desde diciembre de 2015: “Lo que quiere decir Juan (Grabois) es que nosotros no queremos voltearlo a Macri, ni impedir que termine su gobierno. Y yo quiero que el próximo gobierno llegue a través de una elección para que asuma con poder y legitimidad. Pero si que le vaya bien quiere decir que lleve a fondo su programa de ajuste, de exclusión social, de reducción salarial, entonces no quiero que le vaya bien”.

La discusión continúa y la excitación le altera el pulso a un centro cultural que lleva el nombre de un poeta italiano medieval cuya obra principal cuenta un episodio épico: la batalla entre ángeles y demonios por la conquista de una ciudad durante la primera Cruzada. Seguramente esa imagen no venga al caso hoy, pero un vertiginoso olor a posmacrismo impregna el ambiente. Todo pasa.