1. Amor y anarquismo de Laura Fernández Cordero – investigadora del Conicet y socióloga de la Universidad de Buenos Aires– analiza el discurso de ciertas mujeres anarquistas que pensaron y ejercieron la libertad sexual, cuestionaron el rol de los hombres e hicieron sonar por primera vez sus voces en la prensa obrera. Fiel a su vocación de discutir todas las formas de autoridad, el anarquismo tematizó desde antaño tanto la huelga general como la lucha de clases, el amor libre, la emancipación de la mujer y su exclusión de las arenas políticas. Fernández Cordero recupera y analiza esos debates plasmados en la prensa obrera de las últimas décadas del siglo XIX y principios del XX. Pero a su vez, en un muy exhaustivo trabajo con las fuentes, repone el surgimiento de dos periódicos escritos y dirigidos íntegramente por mujeres anarquistas: La voz de la mujer (1896- 1897) y Nuestra Tribuna (1922-1925) donde las voces de redactoras y cronistas comienzan a denunciar la violencia laboral y sexual antes de que el #MeToo fuera siquiera un sueño futurista.
2. Cuando la filósofa norteamericana Judith Butler discute desde la izquierda posestructuralista ciertas críticas y busca rebatir ese prejuicio que empuja a los movimientos sociales hacia la esfera culturalista –intentando desprestigiarlos por su abandono del proyecto materialista del marxismo– no hace más que reeditar un dilema que no es nuevo y que no pudo resolverse. El discurso anarquista evidenció, casi sin quererlo, una cuestión central de forma anticipada; la que señala que la opresión de la mujer trabajadora es doble: la oprime el marido y la oprime el patrón. La contradicción de ese discurso libertario sobreviene cuando el anarquismo intenta hablarle a las mujeres por primera vez. Justo entonces surge el concepto de la doble opresión femenina. “La acusación de que los nuevos movimientos sociales son ‘meramente culturales’ y que un marxismo unitario y progresista debe retornar a un materialismo basado en un análisis objetivo de clase, presume en sí misma que la diferencia entre la vida material y cultural es algo estable”, escribe Butler. Lo que esconden esas acusaciones es la ignorancia de las contribuciones que hizo Althuser cuando desplazó el modelo de la base/superestructura, así como las que hicieron las posteriores corrientes del materialismo cultural. Pero volvamos al Siglo XIX. El discurso anarquista que analiza Fernández Cordero fue oscilando entre dos posiciones antagónicas: la monogamia, por un lado –con su construcción de la mujer-madre como columna vertebral de familia– y el amor libre o entre sujetos del mismo sexo, por el otro. Si bien este discurso habilitó las concepciones de libertad y emancipación, supo encontrar su límite en la misma política. Para Fernández Cordero, que el varón anarquista sume a la mujer diciendo “queremos emanciparlas” da lugar a otra figura: la del anarquista opresor. Y ese llamado a las mujeres carga al hombre de un compromiso ético: el de compartir la lucha con su compañera emancipada. Otro eje interesante surge del análisis de la prensa escrita en torno a los alcances de la emancipación de las mujeres. ¿Debe hablarle a la mujer burguesa el discurso emancipador? Retorna aquí aquella cuestión todavía irresuelta que señala Butler y que podría leerse en continuidad. El anarquismo tendió a ser crítico del primer feminismo e intentó alejarse de esa etiqueta por ser este un movimiento burgués “con fines tan inaceptables como solucionar la subordinación de las mujeres con la conquista de derechos políticos (entre ellos el sufragio)”. No tardó más que un par de décadas en surgir un feminismo del contra-feminismo anarquista y una crítica central que señala que no es suficiente incorporar a las mujeres a un mundo dominado por los hombres si no se discute la razón de ese dominio y los poderes que organizan ese mundo. Aún cuando todavía no se acuñaba el término “patriarcado”, de algún modo, ya se estaba remitiendo a él.
3. Amor y anarquismo rescata la autogestión de estas mujeres y los trabajos que asumieron; narra la huelga que le hicieron a la fábrica de alpargatas La Argentina, recupera las discusiones alrededor del primer movimiento sufragista de la década del veinte y enlista las denuncias de los años de la Patagonia Trágica, experiencias de poliamor en una colonia brasileña y otra serie de anécdotas e intercambios epistolares que la prensa obrera fue registrando, sin querer, para contradecir a muchos sectores del feminismo que hoy olvidan un pasado de importantísimas luchas y conquistas sin hashtags. Si bien el libro resulta algo académico, lleno de datos y clasificaciones que podrían tornarse agobiantes al lector mediatizado, la astucia de Fernández Cordero no solo puede verse en la reconstrucción de ese mapa de discusiones, sino en que consigue recortar tales figuras sobre un fondo nuevo de luchas feministas.
