the cleaner
Santiago Blanco Bermúdez es un experto en resolver los entuertos legales de personajes del mundo del espionaje y el poder judicial. Durante su paso por la SIDE en el gobierno de la Alianza conoció a Pedro “Lauchón” Viale, un agente asesinado de once tiros por la Bonaerense en 2013. El abogado asumió su defensa por pedido dela familia y del todopoderoso Antonio “Jaime” Stiuso, su principal cliente. Perfil de un hombre demasiado informado.
Los servicios de inteligencia valoran el conocimiento. La información, saben, es poder. A Santiago Blanco Bermúdez le sobran ambos, sobre todo manejo del Código Penal. Su teléfono es el que suena cuando los peces que navegan las aguas de la inteligencia argentina tienen problemas, la primera opción cuando una denuncia amenaza con quitarles el sueño. Sus vínculos se ramifican en el Poder Judicial, como venas que conectan jueces federales, fiscales, exintegrantes de la secretaría de Inteligencia, dueños de medios de comunicación, testaferros y deportistas. En esas conexiones se modela su virtud: en una serie de Hollywood sería el cleaner, el tipo inmutable que llega para resolver un enchastre. En la vida real, en cambio, es mucho más que eso: su trayectoria expresa cuán transitados están los pasillos invisibles que entrelazan las esferas del poder en la Argentina.
del oeste a la side
Blanco Bermúdez trabajaba como fiscal federal en Morón cuando decidió tomarse sus primeras vacaciones en tres años para disfrutar del calor brasileño. Corría el verano de 1989 y había viajado a visitar playas que, tal vez, le recordarían a las de su natal Boiro, una ciudad costera ubicada en Galicia, España. La tapa de un diario interrumpió la paz: “Rebelião na Tablada”. ¿Podía ser? Llamó a Buenos Aires. “¡Gallego, tenés que volver ya a la fiscalía! Si no venís perdés tu laburo, así de sencillo”. Del otro lado del teléfono el fiscal Raúl Pleé resumió: el Movimiento Todos por la Patria (MTP) había copado el Regimiento de Infantería 3 de La Tablada. Días después, Blanco Bermúdez ya estaba trabajando en la causa, tomando declaraciones y pidiendo información sobre movimientos bancarios de los militantes del MTP al Banco Central. Era el primero de muchos llamados de ese tipo.
El abogado, que aún no había cumplido los 32 años, tenía una carrera ascendente a pesar de que no provenía de una familia judicial ni tenía grandes contactos. En 1977 ingresó en la justicia provincial de San Martín, y en pocos años alcanzó el máximo escalafón posible al que podía aspirar alguien que todavía no se había recibido. Entonces, el juez federal de Morón Juan Ramos Padilla (padre) creyó en él: una vez que finalizó su carrera de Derecho en la Universidad de Buenos Aires, se lo llevó como secretario de su juzgado. Nombrado por Raúl Alfonsín, Ramos Padilla es el juez que declaró la inconstitucionalidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final en 1987. La voracidad del joven para trabajar con los expedientes alcanzó para que el experimentado juez le diera un voto de confianza. Esa amistad, nacida al calor de los últimos años del alfonsinismo, duraría de por vida.
Años después, el padre de la democracia nombró también a Blanco Bermúdez como fiscal federal de Morón. Él asegura, sin embargo, no haber conocido al expresidente radical y tampoco haber tenido contactos con otros líderes del partido, como el exministro del Interior Enrique “Coti” Nosiglia. Los tribunales de ese municipio del oeste bonaerense fueron la escuela para varios de los personajes centrales de la justicia federal y la política nacional de las décadas siguientes: por allí pasaron Pleé, el ex fiscal federal porteño y actual diputado nacional Guillermo “El Gordo” Montenegro (Cambiemos), el hoy fiscal federal Gerardo Pollicita y el actual titular de la Fiscalía General ante la Cámara Federal de Apelaciones de San Martín, Pablo Quiroga, además del fallecido fiscal Alberto “El Ruso” Nisman. Blanco Bermúdez recordó en diálogo con crisis: “Nisman fue meritorio —empleado judicial ad honorem— mío. Yo lo tomé y ahí empezó a trabajar en la Justicia”. Lo recuerda como intelectualmente brillante, lo que hizo que se lo recomendara a Ramos Padilla, y pone esa cualidad por encima de los defectos personales que Nisman pudiera tener.
Blanco Bermúdez duró poco en Morón. Cuando terminó la causa de La Tablada, cansado de estar en relación de dependencia y mientras la hiperinflación alfonsinista desvanecía su sueño de contar con casa propia, optó por ejercer la profesión de forma privada. Lo hizo durante toda la década del noventa. Pero en la crisis económica de fines de los dos mil se le presentó una oportunidad inusual. Durante la Alianza, la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) había despedido a varios agentes que tenían acciones de inmuebles oficiales a su nombre y que amenazaban con quedárselos: el organismo necesitaba un abogado externo que lo representara. Alguien deslizó el apellido Blanco Bermúdez y, como legalmente era complicado trabajar de forma externa, pasó a formar parte de la planta de “La Casa” en el área de asuntos jurídicos. Allí conocería a varios de sus futuros clientes.
Estuvo en la SIDE hasta 2003 cuando el recién asumido subsecretario de Inteligencia, Francisco “Paco” Larcher, lo invitó a renunciar. El argumento oficial: su actividad privada, que había conservado en paralelo, era incompatible con el cargo en el organismo. Decidió irse. Sin embargo, sus habilidades lo llevaron a terminar como defensor de su exjefe Fernando De Santibañes, titular de la SIDE durante la presidencia de Fernando De la Rúa, en una causa por defraudación al Estado nacional. De Santibañes estaba acusado de tramitar un aval del Banco Nación por casi ochenta millones de dólares para la empresa de curtiembres Inducuer. Había empezado la era de Blanco Bermúdez como abogado defensor de la inteligencia criolla.
guardián en la selva
“El Gallego” tiene 62 años. Hizo la secundaria en la Escuela Técnica N°28 República Francesa, en la que aprendió su enfoque científico. Es hincha de Independiente y un fiel oyente de rock, pero en su estudio le gusta trabajar en silencio para no distraerse. Como mucho, puede llegar a poner música clásica o algún disco instrumental, como el álbum Passion de Peter Gabriel, banda sonora de la película La última tentación de Cristo. Vive en el partido de San Isidro con su mujer y sus dos hijas. Dice el fiscal Pleé: “es un tipo que se desvive todo el tiempo por las chicas”.
Su vida familiar no le impide tomar casos de alto impacto mediático y que involucran a personajes oscuros. Con el exjefe de Contrainteligencia de la SIDE Antonio “Jaime” Stiuso coincidieron en “La Casa” algunos años. Stiuso sabía de Blanco Bermúdez y valoraba su trabajo, a pesar de que operaba con uno de sus enemigos en el organismo: De Santibañes. Por eso acudió a él en varias oportunidades para realizarle consultas extrajudiciales. Y lo buscó cuando en 2013 el fiscal José María Campagnoli apuntó a Stiuso en el marco de una causa por un supuesto secuestro. En 2016 Campagnoli terminaría acusando a la entonces procuradora General de la Nación Alejandra Gils Carbó por filtrarle información a funcionarios de la SIDE durante la investigación de aquel episodio.
La relación entre Blanco Bermúdez y Stiuso se afianzó en 2015, cuando la dupla quedó en el centro de todas las miradas. Eran los días del ocaso de la relación del todopoderoso agente de la SIDE con el kirchnerismo, luego de que el fiscal Nisman apareciera muerto en su departamento de Puerto Madero. La ruptura implosionó en una batería de denuncias penales en su contra por parte de la administración de Cristina Fernández de Kirchner: una por encubrimiento del atentado a la AMIA, la segunda por contrabando y las otras dos por violación de los deberes de funcionario público. La guerra entre servicios ya era abierta y Stiuso necesitaba un abogado experimentado. Llegó el llamado de urgencia.
“No actúa como otros abogados que arman operaciones o embarran la cancha, sino que hace uso del Código Penal para lograr que su defendido caiga lo mejor parado posible”, dijo a crisis un juez federal con asiento en Comodoro Py, a quien “El Gallego” recusó en varias causas. Esta tarea no está exenta de sutilezas, como aclarar a sus adversarios que al defender a sus clientes “no hay nada personal”, o la gimnasia para tratar de ablandarlos. “Tuvimos una audiencia. Una gran puesta en escena porque en realidad ya estaba todo decidido. No estaba Stiuso y había venido él a patrocinarlo. Se me acercó en el pasillo del juzgado y me planteó que yo tenía una percepción equivocada sobre su cliente. Le pregunté por qué, si los números eran muy obvios y evidentes. ‘Igual, usted tiene un enfoque equivocado’, respondió, como tratando de que nosotros cesáramos en aportar pruebas en las denuncias”, dice el titular de la ONG La Alameda, Gustavo Vera, quien denunció por enriquecimiento ilícito a Stiuso y otros miembros de la SIDE en 2015.
Según el periodista de La Nación Carlos Pagni, Blanco Bermúdez también defiende al actual fiscal de Mercedes, Juan Bidone, quien admitió ante el juez federal de Dolores, Alejo Ramos Padilla, haber provisto de información al falso abogado Marcelo D’Alessio para que este extorsionara a clientes. Su presencia en la causa sería para cuidar a su defendido Stiuso en las investigaciones sobre el comercio de efedrina, como la del Triple Crimen en General Rodríguez. Blanco Bermúdez lo niega, dice que no conoce al fiscal Bidone, suspendido por la Corte Suprema bonaerense. En los papeles, el abogado de Bidone es Diego Álvarez Bognar.
Stiuso está conforme con el trabajo del Gallego: en ninguna de las causas que lo involucran tiene siquiera un procesamiento.
aun cuando la muerte los separe
En la SIDE, Blanco Bermúdez también conoció a otro agente de renombre: Pedro “El Lauchón” Viale. Lo defendió en un proceso iniciado por el exprosecretario de la causa AMIA, Claudio Lifschitz, quien lo acusaba de haberlo amenazado con un mensaje escrito en una servilleta pegada en el limpiaparabrisas del auto; algo que nunca se probó. Los hijos del Lauchón se comunicaron con Blanco cuando el agente fue acribillado de once tiros en su casa quinta de Moreno por el Grupo Halcón de la Policía Bonaerense durante la madrugada del 9 de julio de 2013.
La muerte de El Lauchón fue el final de una investigación judicial que había comenzado varios años antes en el Juzgado Federal de Tres de Febrero, en la que se había pinchado el teléfono del narcotraficante Rodolfo Ángel Carricaburo. Basado en escuchas telefónicas, el juez Juan Manuel Culotta investigaba a Viale por pertenecer a una banda que se dedicaba a la venta de drogas y a la “adulteración de documentos y/o escrituras públicas de terrenos, casas y campos por diferentes zonas”. El magistrado había ordenado varios allanamientos simultáneos para desbaratar esa red, pero nadie pensó que todo podía terminar con la muerte de un agente de la SIDE.
O sí. El fallecimiento de El Lauchón fue leído por algunos actores como parte de una interna de los servicios de inteligencia de Stiuso con el bando que conformaba la Policía Bonaerense liderada por Hugo Matzkin, según señaló el propio exagente de la SIDE en una entrevista con Clarín. “Fue un episodio que a Stiuso obviamente le llamó la atención y lo puso en alerta de que las cosas no estaban caminando por un curso normal”, dijo Blanco Bermúdez al ser consultado por el periodista Nelson Castro en TN.
El malestar que produjo la muerte de Viale en su familia llevó a “El Gallego” a asumir su defensa. Quizás, como devolución de los tiempos compartidos en los dos mil en “La Casa” o simplemente porque su principal cliente, como él definió a Stiuso, se lo pidió encarecidamente. Sin embargo, la Sala I de la Cámara Federal de San Miguel liberó en 2015 a todos los policías que participaron del operativo y les dictó falta de mérito, salvo a los dos que fueron procesados porque se pudo probar que efectuaron los disparos. Ahora es el juez Martín Ramos el encargado de llevar la investigación. La solución a una llamada urgente puede llevar más tiempo de lo esperado.
puerta giratoria
La familia del Lauchón Viale no es el único círculo cercano a Stiuso que recurrió a los servicios de Blanco Bermúdez. Sergio Szpolski, otrora mandamás del Grupo 23, posee vínculos con “Jaime” y tiene a su mismo abogado como defensor en el marco de la llamada “causa de los cuadernos”, aunque en este caso el Gallego negó que el exespía lo haya recomendado. Szpolski no aparece en los cuadernos pero su nombre surgió cuando Hugo Larraburu, asistente del exjefe de Gabinete durante el kirchnerismo Juan Manuel Abal Medina, lo mencionó como receptor de dinero de sobornos para imprimir boletas del Frente para la Victoria. Szpolski lo admitió aunque dijo desconocer el origen del dinero. El Grupo 23 también contaba con Darío Richarte, exnúmero dos de la SIDE durante la presidencia de De la Rúa, como representante legal, y con Juan José Gallea, exjefe de Finanzas de la SIDE que volvió a la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) durante la gestión de Mauricio Macri, como miembro del directorio.
Blanco Bermúdez además defiende a Carlos Temístoclez Cortez, preso desde octubre de 2018 por orden del juez Claudio Bonadío. Está acusado en la misma causa como supuesto testaferro del exsecretario privado de Néstor Kirchner, Daniel Muñoz. De acuerdo con el sitio Infobae, el excontador de la familia Kirchner Victor Manzanares declaró al presentarse como arrepentido: “Entre Carolina Pochetti —viuda de Muñoz— y Carlos Cortez tienen que haber escondido un físico aproximado de 200 millones de dólares”.
Con 40 años de trayectoria en el rubro y casi 30 como penalista privado, Blanco Bermúdez posee vínculos con varios colegas y miembros de la Justicia Federal. Desde sus inicios comparte el estudio, ubicado en San Martín al 600, con su amigo Jorge Sappia Dussaut. En esta oficina Blanco Bermúdez posee tres cuadros con fotos: una con su esposa, una donde solo se ve a sus dos hijas, y una de los cuatro juntos. Sappia Dussaut fue una de las alternativas que el exgobernador y candidato presidencial Daniel Scioli propuso en 2015 ante el Senado bonaerense para cubrir el cargo de juez del Tribunal en lo Criminal Nº 1 de San Isidro. La propuesta generó tensión en el núcleo de la entonces presidenta Fernández de Kirchner, quien veía una jugada del gobernador para acercarse a Stiuso, pero finalmente el pliego no se trató.
Con Juan Ramos Padilla (padre) la buena relación que comenzó cuando el juez decidió darle una oportunidad laboral parece ser un legado que traspasó las generaciones. En 2016, la hija del penalista, Julieta Blanco Bermúdez, consiguió uno de sus primeros trabajos en el Poder Judicial como escribiente auxiliar y oficial interina en el Juzgado Nacional en lo Criminal de Instrucción N° 24, entonces a cargo de Ramos Padilla. En 2018 la joven ascendió al cargo de oficial de ese juzgado, pero decidió pedir una licencia sin goce de sueldo tras haber sido designada interinamente como jefa de despacho del Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 6, que maneja Julio Panelo. La última resolución de la Corte Suprema sobre el tema extendió la licencia hasta el 31 de mayo de este año.
Blanco Bermúdez forma dupla con el abogado Julián Subías cuando hay exceso de trabajo. Ambos intervinieron juntos en los casos de Stiuso, Szpolski y hasta en la defensa de Mauricio “Chicho” Serna en una causa por supuesto lavado de dinero que involucra al exmediocampista de Boca Juniors y a la viuda y el hijo del narcotraficante colombiano Pablo Escobar Gaviria.
Trabaja diez horas por día y sigue abierto a todo tipo de clientes. Dice que ser defensor de varios exagentes de la SIDE es una casualidad y no una causalidad. “Cuando tomo un caso, me comprometo totalmente a defender a esa persona. Pero si el cliente es tramposo, yo no voy a ser tramposo en su defensa. Puedo llegar al límite del Código Penal, pero nunca romperlo”, aclara. Dice también que le advirtió a su esposa antes de casarse: “Mirá que donde yo trabajo toco mierda. Y la mierda me puede salpicar, pero no porque yo quiera tocarla”.
