feminismo burgués, feminismo político
1. Suele circular la idea de que no hay que discutir ni pelearse entre feministas. Decir esto es no entender al feminismo como construcción política. Ante la primera discrepancia, algunas refuerzan un movimiento sin líderes ni voceras, que debe derrotar al patriarcado a través de una lucha teñida de rosa. Cuando un grupo de feministas le criticó a Judith Butler por no poner el cuerpo y hacer un feminismo teórico, ella respondió: “No asistí el día que repartieron la esencia feminista”. Abolicionistas, regulacionistas, feminismos populares, feministas pop, si hombres feministas, si hombres no feministas, las amantes del mansplaining, un desborde en donde hablar sobre feminismo parece ser una agenda constante. En medio de esta coyuntura, se publica ¿El futuro es feminista?, un libro en donde las autoras ensayan respuestas a la pregunta retórica.
Teniendo en cuenta al feminismo como una polifonía de voces y visiones, es un gran acierto el de Florencia Angilleta pensar al movimiento como “feminismos en plural”. Hablar de “feminismos” no es un simple cliché sino entender que el movimiento, desde sus inicios, se conforma por coordenadas históricas, sociales, económicas y políticas. En el siglo XIX, Sojourner Truth pronunciaba el discurso fundacional del Feminismo Negro “Ain´t I a woman?” acusando al feminismo burgués de no entender la problemática de las mujeres negras esclavizadas. Y acá aparece otra cuestión importante que marca Angilleta: el origen burgués del movimiento atravesado por el Estado moderno, la democracia y el capitalismo. No es lo mismo ser feminista en el conurbano, feminista negra, afrodescendiente, campesina, indígena, nordestina que una deidad del Olimpo pop con remera de Rosie the Riveter. La clase marca una ideología con distintos intereses y reclamos. Es importante recordar que “si bien el género es fundante para la subjetividad, también lo son el sector social, el nivel educativo y la raza”, dice Angilleta. El año pasado, la Defensoría de Género tomó el Consejo Nacional de la Mujer y acusó a Fabiana Tuñez de no asistir a las mujeres pobres. Es en este punto en donde el tema de las mujeres pobres, migrantes, campesinas e indígenas, las que son “parte de las sin parte”, entra a jugar un rol en la escala de opresiones.
2. Teniendo en cuenta lo anterior, la economista Mercedes D´Alessandro hace un aporte fundamental para la economía feminista actual: el trabajo doméstico no remunerado lleva a desigualdades incluso entre las mismas mujeres. D´Alessandro desarrolla acertadamente que el trabajo reproductivo se disfraza de tarea por amor, reforzando la división sexual del trabajo que asigna roles de género, se le impone culturalmente a la mujer y funciona de manera gratuita. La economista además trata la “falsa emancipación”: frente a la idea de salir de los hogares, muchas mujeres buscan trabajo fuera de sus casas y crecen laboral y profesionalmente, pero solucionan la sobreexigencia entre el trabajo y el hogar con “la chica que ayuda”. El problema es que esta situación reproduce la desigualdad de clase, aumenta la brecha entre mujeres y oprime social y económicamente a las mujeres pobres, indígenas y migrantes que tienen menos oportunidades. En Argentina, el 80% de las trabajadoras domésticas se encuentra en negro. La mayoría empleadas en barrios privados. Se puede redoblar la apuesta y pensar en cuáles son las posibilidades de las travestis y trans dentro del mercado laboral. Pero en torno al trabajo sexual de aquellas que deciden realizarlo, Angilleta tiene razón en afi rmar que la reglamentación atendería a reclamos salariales y rompería con las lógicas patriarcales, es “aceptar que tu madre, tu hermana o tu hija puedan comerciar por sexo”, dice.
Marina Mariasch aporta la pelea por la palabra en los medios de comunicación. Solamente un 30% de las escritoras en los diarios son mujeres y son, según Mariasch, papisas indiscutibles o aquellas que desarrollan temas como el amor o participan de suplementos para la mujer. Según Mariasch no se trata de capacidades, sino que “responde a decisiones y elecciones, conscientes o naturalizadas, por los dueños y los jefes”. Aunque esta mirada es necesaria, quizás se queda en una construcción un tanto pasiva de las mujeres sobre el lugar que “nos dan” los varones a la hora de escribir, reduciendo la cuestión a un problema binario. Es interesante sin embargo la idea que propone sobre el peso de los mandatos que denostan lo femenino. Y tiene razón: ¿Por qué existe una literatura femenina y no masculina? ¿Por qué las mujeres no hablamos de política o economía?
3. ¿El futuro es feminista? se dirige a un público general que desee aproximarse al feminismo desde el interés por saber más acerca de las teorías que subyacen, problemáticas, desprejuiciar al movimiento y ponerlo en tensión desde una mirada política. Se mete en la encrucijada actual para pensarlo desde la lucha por los intereses y entendernos como sujetos políticos. Ya lo decía Lohana Berkins (2014): “[Hay que ser] sujetas políticas para el cambio y la revolución (…) Es como algo más amplio. Va más allá de ser una sujeta de derecho”.
Colección La Media Distancia
Capital Intelectual
2017
109 páginas.
